Juan Manuel Haedo y Espina publica esta Carta con la que pretende enseñar a los poetas dramáticos qué libros y con qué finalidad deben formarse para ejercer su profesión y para que la escena se convierta en escuela de moral y buenas costumbres, única razón de ser del teatro. Culpa por ello a los dramaturgos contemporáneos que, lejos de parecerse a los antiguos, promueven obras que corrompen los afectos e inculcan en el vulgo la tolerancia ante acciones viciosas. En consecuencia, aconseja al poeta y, en general, a cualquiera que quiera presentarse como erudito, que estudie gramática latina, latinidad porque «es necesaria la lectura continuada, intensa y laboriosa de buenos autores, sacándoles la sustancia y el genuino y legítimo sentido de sus pensamientos» (pp. 54-55), Geografía, lenguas, en particular griego antiguo y moderno, hebreo, francés, italiano y español, Retórica, Lógica, Filosofía, Geometría, Metafísica, Ética, Medicina, Jurisprudencia, Teología y Derecho canónico. En cada caso recomienda los libros y autores que le parecen más útiles y aconsejables.
El texto se reeditó en 1784 en Madrid por Pantaleón Aznar.
José Marchena, en el periódico El Observador de 1787, criticó duramente este texto afirmando: «He hojeado una carta harto ridícula con nombre de don Juan de Haedo y Espina y puedo jurar que no he usado de ninguno de los libros que recomienda a todo aquel que quiera aplicarse a la Lógica, la Metafísica y el Derecho natural» (Marchena, p. 52).