Biblioteca de la Lectura en la Ilustración
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Identificación

Carta en castellano con posdata políglota, en la cual don Juan Antonio Pellicer y don Jose Antonio Conde responden a la carta crítica que un anónimo dirigió al autor de las notas del Don Quixote, desaprobando algunas de ellas

Juan Antonio Pellicer; José Antonio Conde
1800

Resumen

Respuesta de Juan Antonio Pellicer a la carta en que Juan Francisco Pérez Cagigas cuestionaba la traducción del nombre de Cide Hamete Benengeli que el cervantista incluía en sus notas a la edición del Quijote de 1800. La carta concluye con una posdata políglota a cargo el arabista José Antonio Conde en la que, a tenor de las etimologías, se demuestra la inconsistencia de las pesquisas de Pérez Cagigas. 

Descripción bibliográfica

Pellicer, Juan Antonio, Conde, José Antonio, Carta en castellano con posdata poliglota, en la cual don Juan Antonio Pellicer y don Jose Antonio Conde responden a la carta crítica que un anónimo dirigió al autor de las notas del Don Quixote, desaprobando algunas de ellas, Madrid: Imprenta de Sancha, 1800.
27 pp., 3 hs., 8º. Sign: BNE U/9526 (2).

Ejemplares

Biblioteca Nacional de España

PID bdh0000094427

Bibliografía

Pérez Cagigas, Juan Francisco, Carta critica al autor de las notas de don Quixote, en la que se descubre el verdadero autor de su famosa historia a quien Cervantes da el nombre de Cide Hamete Ben-engeli, Madrid: Imprenta de la Viuda de Ibarra, 1800.

Pérez Cagigas, Juan Francisco, Carta critica al autor de las notas de don Quixote, en la que se descubre el verdadero autor de su famosa historia a quien Cervantes da el nombre de Cide Hamete Ben-engeli, Madrid: Imprenta de la Viuda de Ibarra, 1800.

Cita

Juan Antonio Pellicer; José Antonio Conde (1800). Carta en castellano con posdata políglota, en la cual don Juan Antonio Pellicer y don Jose Antonio Conde responden a la carta crítica que un anónimo dirigió al autor de las notas del Don Quixote, desaprobando algunas de ellas, en Biblioteca de la Lectura en la Ilustración [<https://bibliotecalectura18.net/d/carta-en-castellano-con-posdata-poliglota-en-la-cual-don-juan-antonio-pellicer-y-don-jose-antonio-conde-responden-a-la-carta-critica-que-un-anonimo-dirigio-al-autor-de-las-notas-del-don-quijote-desaprobando-algunas-de-ellas> Consulta: 26/04/2024].

Edición

Muy señor mío. Vista la frivolidad de la Carta crítica, que vuesa merced se ha servido de dirigirme, como al autor que, aunque pecador, soy de las Notas del Don Quijote, había resuelto no contestar, pero considerando que no responder a las cartas, aunque sean escritas por un enmascarado, que disimule su nombre y apellidos con el disfraz no menos que de cuatro letras mayúsculas, es rusticidad y grosería, he mudado de dictamen, pues ya que vuesa merced me sindica, según parece, de prolijo en mis notas y de que no acierto algunas veces a caerle en gracia con ellas, quiero libertarme a lo menos del vicio de descortés.

Ya se deja entender que lo primero que se ofrece a la vista en la primera llana de la Carta crítica es la portada o frontispicio y luego me llamó la atención el fin con que vuesa merced la publica y se lee en él, que es el de descubrir el verdadero autor de la famosa Historia de Don Quijote. Fin, por cierto, loable, fin alto y deseado, y fin tan oculto y misterioso, que, si no fuese por este novísimo y felicísimo descubrimiento, nadie tendría noticia del verdadero autor desta famosa historia, sino todos aquellos que la han leído y leen, y otros muchos que ni la han leído ni leen. Porque ¿hay por ventura lector que ignore que su verdadero autor es Miguel de Cervantes Saavedra, natural de Alcalá de Henares? Medrados estaríamos, por cierto, si hubiésemos vivido hasta ahora ignorándolo. Conque si con este descubrimiento, nuevo y flamante, ha pretendido vuesa merced excitar la expectación publica, ha quedado a la verdad fresco y lucido, y puede con mucha razón enhuequecerse y esponjarse visiblemente.

Da vuesa merced principio a su erudita carta con estas palabras: «Hace poco tiempo que por divertirme empecé a leer las notas, que vuesa merced ha puesto al Quijote». ¡Qué lindamente hizo vuesa merced en advertir que por divertirse empezó a leer mis notas! Para que nadie entendiese que había empezado a leerlas con intención de hallar en ellas la cuadratura del círculo o el movimiento continuo. Añade: «que no dejaron de llevarle la atención algunas» y que «de otras hizo poco caso porque no le parecieron bien». Rindo a vuesa merced repetidas y cordiales gracias por lo primero, y le rindo otras tantas y tales por la ingenuidad con que declara la desaprobación y menosprecio que le merecieron otras notas mías, porque lo mismo hago yo con los escritos de otros autores, pues si ellos no gustan de los míos, tampoco yo me muero por los suyos, como me sucede con la Carta hipercrítica de vuesa merced. Y ya que se trata de darle gracias por sus muchas mercedes, no quisiera dejar de hacer algún alto sobre aquel «hace poco tiempo», pues todo el que dejó de tomar en sus manos mis notas, tardé yo en verme desairado en parte por su elegante y desaliñada pluma, y esta tardanza la miro también como digna de agradecimiento.

Habiendo empezado, dice vuesa merced, que siguió leyendo. Si bien hizo vuesa merced en empezar, mejor hizo todavía en seguir: lo primero, porque el que empieza, y más si empieza bien, ya tiene medio hecha la hacienda; lo segundo, porque lo que no se empieza, ni se sigue, ni se acaba. Siguió vuesa merced, pues, leyendo; enhorabuena. ¿Y hasta dónde siguió y qué encontró leyendo? Ya me lo dice vuesa merced por estas mismísimas palabras: «Seguí leyendo hasta la página 96 del tomo primero, en que estampó vuesa merced la etimología del supuesto nombre de Cervantes en una nota histórico-etimológica, bastante larga». Este «bastante larga» sospechaba un amigo mío si se había añadido con cierto retintín para significar acaso su prolixidad, y, si fuese fundada esta sospecha, desearía yo tuviese vuesa merced presente (y otros lectores, que me consta tienen por nimiamente difusas algunas notas mías) que sobre este artículo de notas no hay ley del reino, ni pragmática real, que dicten, fijen, ni establezcan su medida, su brevedad o longura, porque aquella nota parecerá larga, aunque sea breve, si es impertinente, si es insulsa, si nada ilustra, si nada interesa y aquella parecerá breve, aunque sea larga, si interesa, si enseña, si ilustra, si ceba la curiosidad. Además, que sobre los requisitos de las notas o comentarios ya se dijo lo bastante en el párrafo segundo de mi Discurso preliminar, donde hay provisión de recetas para curar dolencias de entendimientos descontentadizos. Así que, si vuesa merced y otros amigos achacosos literarios las padecen, no hay más que acudir por medicinas a la botica del susodicho párrafo segundo y, aplicándoselas con fe y confianza, estoy seguro de que lograrán pronta y sólida curación.


Pero volvamos a desentrañar el texto de vuesa merced. Digo que dijo vuesa merced bien en decir que «estampé yo la etimología del supuesto nombre de Cervantes en una nota histórico-etimológica», pues, en la parte de la nota que trata de Cide Hamete Ben Engeli, no tuve otra intervención que estamparla, o hacer que la estampase por mí el impresor, porque por lo demás bien paladinamente confesé que aquel descubrimiento y aquella «erudición se debían a don José Conde, individuo de la Real Biblioteca y sujeto de conocida pericia en las lenguas orientales». Copia vuesa merced esta mi confesión en la página 1 de su Carta misiva, pero con impertinente escrupulosa infidelidad de este modo: «este descubrimiento y esta erudición se deben a N sujeto de conocida pericia en las lenguas orientales». Vese claro que omite vuesa merced el nombre, el apellido y el empleo del descubridor, anublándolo, soterrándolo y cifrándolo todo en una N mayúscula, cuyo carácter está recibido para suponer por un quídam, o un fulano de tal, manifestándose bien patente la poca fidelidad de la copia de vuesa merced, pues yo no dije que este descubrimiento se debía a ningún fulano, ni a ningún quídam, sino a don José Conde. Del recurso de esta letra suelen valerse algunos escritores que quieren ocultar sus nombres, desorientando a los lectores y dejándolos a oscuras. Pero siguiendo vuesa merced un camino enteramente contrario, se viene ahora, lleno de un respeto y escrúpulo ridículos, a querer ocultar el nombre, apellido y destino de un sujeto que no tuvo el menor reparo en que se publicase todo en un libro tan común como el de Don Quijote de la Mancha. Parecese vuesa merced al otro corregidor que, yendo vestido de máscara, descubría toda la cara, por quien se dijo aquella copla que cita el padre Butrón en la Aprobación de La juventud triunfante:

El disfraz fue de primor,
pues tapado, ¡cosa rara!
Vimos que el dicho señor
iba ocultando la cara,
mostrando al Corregidor.

Podadas las ramas, vengamos al tronco. El asunto principal de la Carta crítica de vuesa merced consiste en impugnar la conversión morisca, que del nombre de Cervantes hizo don José Conde en el de Cide Hamete Ben Engeli, diciendo que: «Ben Engeli significa “hijo del ciervo, o cerval, o cervanteño”» y en sustituir otra significación que vuesa merced inventa, diciendo que significa «el noble satírico ingenuo». Toda esta máquina de alusiones e interpretaciones se funda y estriba en un supuesto, que vuesa merced tiene por cierto y averiguado, y yo tengo por inaveriguable. No hay duda (dice vuesa merced en la página 3) que Cervantes ocultó en aquellas voces, de que formó su nombre según la naturaleza del idioma árabe, unas cualidades que diesen de entender cuál era el verdadero autor de la fábula. ¿Quién le ha dicho a vuesa merced, señor escritor de cartas críticas, que no cabe duda en que Cervantes ocultase su nombre bajo de aquellas voces agarenas? ¿Ha usurpado vuesa merced por ventura a Mercurio la estupenda vara con que revocaba los difuntos de las partes inferiores de la Tierra y ha reducido con ella a esta vida los manes de Miguel de Cervantes para consultarle y tomarle el dicho sobre esta conversión o metamorfosis? Es verdad que casi a renglón seguido se arrepiente vuesa merced de haberse abalanzado a tanta certidumbre, pues añade: «pero también es cierto que sí lo hizo», cuya condición debilita notablemente la aseveración de arriba. Por el pensamiento me había pasado si acaso, por este claudicar y barloventear entre unas proposiciones afirmativas y otras condicionales, había dado vuesa merced a su famosa carta el título y la envestidura de crítica.


Aunque vivo muy ajeno de creer (como vuesa merced lo cree, pues lo afirma rotundamente en la página 12) que el deslinde y la indagación del nombre morisco de Cide Hamete Ben-engeli es «una cosa en que se interesa la España» (porque mucho más creo se interesarla en que se introdujese en ella trigo de Sicilia en años de carestía), sin embargo voy yo también a indicar mi opinión, que, si no es mas verdadera, a lo menos no he sudado ni trasudado tanto como vuesa merced para fundarla. Soy, pues, de sentir que quando Miguel de Cervantes supuso o fingió que el cronista original de Don Quijote de la Mancha fue Cide Amete Ben-engeli, no se propuso otro objeto ni alusión sino seguir o acomodarse al estilo común de los autores de libros de caballerías, los cuales, para darles autoridad y concillarles admiración, inventaban que se habían escrito en griego, traducido al latín y vertido al castellano por el sabio Alquife por ejemplo, como sucede con el Amadís de Grecia. O que, escritos en griego, se trajeron a España por un mercader húngaro, como finge el autor de las Sergas de Esplandián. Si bien yo me persuado que Cervantes siguió principalmente el ejemplo de Pedro de Luján, que imprimió en Toledo el año de 1562. El Caballero de la Cruz, cuyo libro caballeresco finge que por mandado del Soldán Zulema fue escrito por un moro llamado Xarton, y traducido en castellano por un cautivo de Túnez, siendo así que no hubo más Zulema, ni más Xarton, ni más cautivo, que el mismo Pedro de Luján, que lo era todo.

Vimos arriba que engeli puede significar «el ingenuo», según dice vuesa merced con alusión a la ingenuidad con que supo declamar en estilo jocoso contra los libros de caballerías. En la misma página 10 se añade que puede significar también «el pobre», según cierta raíz árabe y que este adjetivo conviene con mucha razón a Cervantes, que estaba sumamente pobre cuando escribió el Quijote. Prescindiendo de la docta algarabía, que embebe esta exposición etimológica, eso de que entonces estaba sumamente pobre Cervantes no todos se lo creerán a vuesa merced, aun sin embargo de las expresiones con que él mismo habla de su pobreza, porque su ejercicio de agente de negocios, sus arriendos, según se entiende de las rentas decimales de la villa de Esquivias, los bienes dotales de su mujer doña Catalina de Salazar, que parece conservó hasta la muerte, pues en su testamento mandó la dijesen trescientas misas, y fundó una Memoria, sin entrar en cuenta las pensiones, que le daban el Arzobispo de Toledo y el Conde de Lemos, no constituían a Cervantes sumamente pobre. Y es gravísima falta de humanidad que, por el empeño improbable de que Cervantes se ocultó bajo de la palabra arabesca engeli, le reduzca vuesa merced y le condene a la última miseria.

Verdad es que ya se enmienda vuesa merced en la página 8, pues si allá le empobrece, aquí le ensalza y condecora, porque para atribuirle el título magnífico de Cide afirma vuesa merced que no falta quien diga que consiguió una bandera en la milicia. ¿En qué códice africano, escrito con caracteres cúficos ha leído vuesa merced semejante rondalla? Y si la ha leído en algún libro nacional, desprecíela como fabulosa sin el menor remordimiento de conciencia, y sobre mí la capa cuando llueva. Nunca se anunció Cervantes en el público sino como un soldado gregario, o raso, y si él supiese que vuesa merced le había despachado con tanta generosidad la patente de alférez, le estimaría seguramente sus buenos deseos, porque era hombre agradecido.

No contento vuesa merced con honrar a Cervantes con este nuevo grado militar, añade que fue un guerrero muy valiente. Es inegable que fue un soldado de espíritu y de valor, como lo acredita su mano izquierda estropeada de un arcabuzazo en la batalla de Lepanto. Pero causa no poca risa quiera vuesa merced suponer que por sus hazañas militares se aplicó a sí mismo el renombre de Cide, así como por ellas, dice vuesa merced, se le atribuyeron los árabes a Ruiz Díaz, natural de Bibar, mediando tan enorme distancia entre un soldado raso, que se halló en una sola batalla, y aquel victorioso aventurero, que riñó tantas pendencias marciales, y consiguió tantos triunfos. Aun si hubiera vuesa merced templado el símil con la prevención tan sabida de si es lícito comparar las cosas pequeñas con los ejemplos de las grandes, de que usó el enamoradizo poeta relegado al Ponto cuando comparó sus tristes sucesos domésticos, la noche que salía a cumplir el destierro, con la representación horrible y confusión nocturna de los troyanos al escalar su ciudad los griegos, todavía hubiera escandalizado menos la comparación entre el soldado alcalaíno y el héroe de Bibar. Fuera de que con esto ofende vuesa merced la modestia de Cervantes, pues el que en castellano, sin embargo de su hidalguía, jamás se puso don, llamándose Miguel a cureña rasa, quiere vuesa merced que en arábigo se atribuyese el espléndido dictado de Cide, o de señor magnifico.


Acerca de la palabra Hamete, en cuya contextura descubre vuesa merced misterios fisonómico-histórico-satíricos, repito que por ser común entre los moros la adoptó Cervantes según mi opinión, que fundé en el ejemplo de Pedro de Luján, y añado que no solo es común entre los musulmanes, sino que por esto en nuestra España los esclavos moros eran generalmente llamados hametes, y no solo los esclavos, sino que todos los moros en general eran conocidos con el nombre común de hametes zulemas, según aquella copla de Don Luis de Góngora en el Romance IV de sus Burlescos:

Atravesaron la España,
cuando mas estaba llena
de ermitaños de Marruecos,
fray Hamete y fray Zulema.

De la ingeniosa cavilosidad con que dice vuesa merced  que «Hamete explica la clase de historia que compuso Cervantes», a Dios dará la cuenta y aun acá se la pedirán a vuesa merced los hombres dentro de poco.

Pero antes me ha de permitir vuesa merced que ponga otro párrafo tras este.

No quisiera ser reprehendido porque introduzco mi hoz en mies agena, pero, haciéndome cargo que la defensa de la verdad debe ser antepuesta a todo respeto humano, me determino a no omitir la ocasión de vindicar al autor de la posdata futura del testimonio que vuesa merced le levanta, diciendo en la página 9 «que cervanteño no tiene conexión con cerval», que «sin embargo supone don José Conde en la nota que son adjetivos sinónimos», que «en los diccionarios no se halla semejante voz, de que se puede inferir que Conde la ha inventado en esta s del apuro de dar la etimología de Cervantes». Si la voz cervanteño no se halla en los diccionarios, no se desconsuele vuesa merced por eso, pues para todo hay remedio menos para la muerte, y basta que se halle en otros libros. Y aunque vuesa merced no está obligado a leerlos todos, pero es lástima que habiendo tenido en la mano el primer tomo de la Historia de Don Quijote, que publiqué con notas (de ellas apreciables, de ellas no tanto, merced al exquisito discernimiento de vuesa merced) le soltase de ella, y se le cansase tan pronto la vista, sin leer al principio de la vida del autor que «el país de los Cervantes, llamados cervanteños por lo ágiles y robustos, está en Galicia en el obispado de Lugo, como dice el maestro Sarmiento». Y se advierte en la cita que esta autoridad está tomada de la noticia que dejó manuscrito el referido padre maestro Sobre la verdadera patria de Cervantes, y conjetura sobre la ínsula Barataria. Vea vuesa merced como la voz cervanteño (que es un adjetivo que, como cerval, significa «cosa perteneciente al ciervo») se usa en España, como la usó aquel eruditísimo benedictino, y como se lee ya impresa por don Gabriel de Sancha. Conque cervanteño tiene conexión con cerval, conque se supusieron con razón en la nota estos adjetivos como sinónimos, conque si no se halla en los diccionarios tampoco hace falta para el caso presente, conque la posible ilación de vuesa merced de que el autor de la nota la inventó en esta significación para salir del apuro de dar la etimología de Cervantes es un falso y manifiesto testimonió que vuesa merced le imputa, conque lo que puede y debe inferirse es que vuesa merced se ha metido en el apuro y en el atolladero de una zolochería (perdone vuesa merced la voz) de que jamas podra salir, ni levantarse. Entanto queda de vuesa merced S.S.S.

Juan Antonio Pellicer


 

POSDATA POLÍGLOTA

Mucho siento el verme en la dura necesidad de fastidiar a mis lectores con impertinentes apuntaciones y referencias arabesco-persianas, pero no ha estado en mi mano, pues el señor de la carta consabida me ha presentado la ocasión, creyendo que con su crítica me hará apurar hasta las heces de la amarga copa que me ha confeccionado.

El caso es este. El erudito editor y anotador de la inmortal obra de nuestro Cervantes me preguntó qué podia significar el nombre de Ben-engeli, dudé un instante, y le propuse la ligera conjetura que insertó en sus notas, y que tan mal ha parecido a vuesa merced señor anónimo. Como una conjetura nunca puede pasar de conjetura, no insinué todas las razones en que se funda, ni me quise detener a las frívolas y pequeñas observaciones que vuesa merced acerca del nombre Cide y Hamete, tan conocidos y vulgares que los saben los que venden pasas y pan de higos, pero ahora voy a proponer lo que allí hubiera sido muy impertinente. 

Es cosa sabida y constante en el uso de los escritores árabes que el ciervo se llama