Carta escrita por Bernardo María de la Calzada (1751-1814?) en defensa de su traducción en endecasílabos del poema La Religión de Louis Racine publicado originalmente en 1742. El anterior traductor de esta obra, Antonio Ranz Romanillos (1759-1830), criticó con severidad su versión, lo cual le obligó a responder a sus duras acusaciones.
Calzada se niega a admitir las críticas de su opositor, para lo que alega que su versión estuvo motivada por la necesidad de ofrecer una obra educativa a la juventud de Ocaña. Se queja además del parcial juicio que recibe y admite que resulta bastante fácil censurar «las traducciones y mucho más con las de verso a verso» (p. 6).
Continúa desgranando los comentarios de Antonio Ranz al que acusa de faltar al título de su propio texto. Dice así:
No digo que a la obra del Desengañador la [sic] falten pies ni cabeza, pero sí que no desempeña su título, pues no tratándose sino de mí, no puede, a lo más, desengañar sino a un mal traductor, fuera de que falla y no motiva en los pocos pasajes que elige para prueba, y no poniendo, ni en estos ni en los siguientes, el texto al margen para los que entienden el francés y carecen del original, o la versión literal para los que no entienden dicha lengua, se quedan sin desengañar todos aquellos para quienes se hizo la traducción y se debió de escribir la censura (pp. 7-8).
Por ello le recomienda que cambie el título de su comentario por el siguiente: Desengaño o Desengaños a un mal traductor, o bien Modelo de censuras a galope, es decir, Método de censurar a galope o Receta para censurar fácil y brevemente, sin fatiga de la judiciaria, todo género de obras originales, o traducciones, sublimes, buenas, medianas o malas en prosa o en verso. En realidad, le acusa de sentirse molesto porque esta nueva traducción afectará a las ventas de la realizada por el crítico. Y de resultar soporífero para los lectores.
Sin embargo, el problema más grave que aprecia en su contrario es que su gusto está o deprabado o gongorizado y lo demuestra desde el análisis mismo de la proposición del poema:
[...] Es uno de los muchos y malogrados buenos ingenios que, abusando de los sabios preceptos de Aristóteles, pierden la delicadeza del paladar. Y así [...], les parece insípido lo que no es excesivamente violento, así también no les parece poético sino la hojarasca, lo pomposo y lo extravagante, que los preceptos de Aristóteles que más le agradan y recomienda (aun no aplicados desbarrada y abusivamente) son adpatables a una obra original, pero de ningún modo a una traducción, y menos a la de un poema didascálico y sobre asunto tan serio y delicado, que cuando el señor Arnoldo tradujo la misma proposición que censura quiso gongorizar y, sin poder conseguirlo, se desvió mucho más que yo de la caridad, de la sencillez y concisión que constituyen el verdadero mérito de la proposición de Racine, y deben ser la regla de todas las proposiciones, porque fuera de aquellos que tienen aerostática la fantasía, nadie para proponer lo grande o interesante del asunto que va tratar, lo envuelve en oscuridades y metáforas, se vale de voces desusadas, de sinónimos poco conocidos y se va por esas nubes (pp. 23-24).
Para demostrarlo coteja los versos de las dos versiones. Le reprocha haber acabado con la claridad, sencillez y concisión del poema original. Calzada considera que su versión es no solo más fiel a la de Racine, incluso en la métrica del poema.
Acusa, en conjunto, a su censor de estar dominado por la ira, ser partidista e interesado y de dejar atrás los principios de la erudición y el estudio.