Henry Home, conocido como Lord Kames (1696-1782), fue un filósofo escocés, gran amigo de David Hume y de Adam Smith entre otros, cuya carrera no se desarrolló en el ámbito académico sino en el judicial. No obstante, sus Elements of Criticism constituyeron uno de los tratados de estética más influyentes de su tiempo y el más representativo de la Ilustración escocesa.
Dedica su obra al rey al que le explica que es raro encontrar a alguien que haya nacido con tanta delicadeza de sentimientos que no necesite instruirse en las Bellas Artes. De ahí que considere imprescindible promover el gusto por ellas y educar en ese sentido al conjunto de la sociedad. El fin de las mismas debe de ser enseñar a los hombres a conducirse pública y privadamente como hombres virtuosos. Plantea así su tratado como un sistema para perfeccionar la educación, principalmente estética, pues asegura que, cuando se carece de ella, el ser humano se deja guiar tan solo por los cinco sentidos y, en consecuencia, por la impresión que le causa aquello que les afecta.
En la «Introducción» explica ese proceso que conduce de la impresión al conocimiento y señala que existe una diferencia entre la vista y el oído respecto de los otros tres sentidos porque, en su opinión, se forman de manera distinta los sentimientos que unos y otros generan. Así, el sentimiento de placer o de dolor existe en la mente, mientras que la consciencia del gusto, el tacto y el olor proceden del órgano correspondiente. Lo explica del siguiente modo:
Los placeres de la vista y el oído, elevándose por encima de los de los otros sentidos externos, adquieren tanta dignidad que los convierte en un entretenimiento loable. Sin embargo, no adquieren el nivel de aquellos que son puramente intelectuales, siendo no menores en dignidad que estos últimos que son superiores a los orgánicos o corporales.
[...] Su naturaleza mixta y a medio camino entre los placeres orgánicos y los intelectuales, les permiten asociarse con cualquiera de ellos. [...]
Los placeres de la vista y el oído tienen otras propiedades valiosas, además de la dignidad y elevación. Siendo amables y moderadamente excitantes, están igualmente distantes de la turbulencias de la pasión que de la languidez de la inacción y por eso están perfectamente bien calificados no solo para reanimar los espíritus cuando están deprimidos mediante la gatificación del placer, sino que también sirven para relajarlos cuando se esfuerzan demasiado en cualquier actividad violenta. Es un remedio para muchas tensiones (pp. 2-3).
En relación al gusto, sostiene Kames que es una planta que crece de forma natural pero que necesita de la cultura para perfeccionarse y que en las bellas artes debe ir acompañado de un sentido de la moral que le permita distinguir lo que es correcto de lo que es erróneo (p. 7). De ahí que el crítico deba tener un sentido profundo de lo artístico y de lo moral. Así lo manifiesta:
El hombre que aspira a ser un crítico en estas artes debe [...] percibir claramente qué objetos son elevados, cuáles bajos, lo que es propio o impropio, lo que es varonil y lo que es importante o trivial. He aquí el fundamento para juzgar sobre el gusto y razonar sobre él. Cuando se ajusta a los principios, podemos pronunciar con certeza que es correcto; en caso contrario, que es incorrecto y quizás caprichoso. Así, las bellas artes como la moral se convierten en una ciencia racional y, como la moral misma, pueden ser cultivadas con un alto grado de refinamiento (p. 8).
Estas premisas guían la obra de Lord Kames y establecen los principios de su entendimiento de la crítica, que no es sino un eficaz método de educación. Constituye una disciplina intermedia entre el conocimiento de las lenguas y el razonamiento abstracto propio de la filosofía. Lo afirma del siguiente modo:
La ciencia de la crítica aparece como un eslabón intermedio sutilmente cualificado para conectar las diferentes partes de la educación en una cadena continua. Esta ciencia proporciona una oportunidad para ejercitar el juicio: nos deleitamos en razonar sobre temas que son igualmente agradables y familiares; procedemos gradualmente de los casos más sencillos a los más complicados y en el devenir de la disciplina, la costumbre, que mejora todas nuestras facultades, confiere a la razón la necesaria agudeza para desentrañar todos los entresijos de la filosofía (p. 10).
La crítica constituye, por tanto, una ciencia preparatoria que mejora el entendimiento tanto como los afectos del corazón, pues se sobreentiende que solo se dirige a las obras de arte. De hecho, asegura que disponer de un buen sentido del gusto modera los impulsos de la edad tanto en los jóvenes como en los adultos. Por eso otra de las ventajas que ofrece la crítica es que es una gran valedora de la moral. Las bellas artes sirven para el entretenimiento causando agradables impresiones, a diferencia de lo que sucede con las artes aplicadas. Y así el crítico debe saber qué objetos son naturalmente agradables y cuáles desagradables. Por ello su propósito principal es evidenciar que las reglas de la crítica han de proceder de un espíritu sensible y cultivado, que muestra a los demás cómo distraerse y cultivarse sin olvidar que el objeto de sus comentarios han de ser las obras, no las personas, y que siempre ha de servir para demostrar alguna proporción general (p. 17).
El volumen primero de los Elements of Criticism está formado por nueve capítulos en los que Lord Kames reflexiona sobre la educación en los principios generales de las bellas artes, desde la percepción de las ideas, las emociones y las pasiones, la belleza, la grandeza y la sublimidad, el ingenio, la novedad y lo risible, los parecidos y los contrastes y, en último lugar, la uniformidad y la variedad.