El 9 de diciembre de 1791 Carlos IV aprobó esta Real Cédula que prohibía la introducción y circulación en España de los dos tomos correspondientes al año 1790 de una obra periódica llamada Diario de Física, que se publicaba en París. Al parecer fue el Secretario de Estado Floridablanca el que presentó y denunció los tomos ante el Consejo de Castilla, institución que acordó impedir la difusión de estos y de los sucesivos ejemplares que se publicaran.
La orden en realidad era un eslabón más de las medidas que el Conde de Floridablanca había puesto en marcha desde 1789 para impedir la difusión de las ideas revolucionarias en España y bloquear el acceso a las noticias procedentes de Francia. Tan solo en 1791 se había prohibido la circulación y lectura de libros y papeles sediciosos (Real Cédula de 17 de septiembre) y se había suspendido la publicación de todos los papeles periódicos, excepto el Diario de Madrid y los oficiales Gaceta de Madrid y Mercurio de España (Resolución real de 24 febrero 1791).
El llamado Diario de Física bien pudiera ser el Journal de phsysique, también conocido como Observations sur la physique, sur l'histoire naturelle et sur les arts. El entre 1785 y 1817 fue el naturalista Jean-Claude Delamétherie o de La Métherie, que explicaba la formación de la naturaleza y de los organismos vivos por efecto de la cristalización del agua. De hecho, el peligro de este tipo de planteamientos fue la razón esgrimida para justificar la prohibición del periódico en España. En la Cédula se explicaba que las máximas sediciosas ya no sólo se encontraban en los libros de moral, política o religión, sino que habían conseguido infiltrarse en las observaciones de física, historia natural y arte, como era el caso. Las penas por incumplir esta orden iban desde una multa a los cuatro años de prisión, pudiéndose agravar en función de la intención y la malicia del sujeto.
En definitiva, la Cédula dejaba traslucir la preocupación, el temor y una cierta sensación de impotencia de los gobernantes españoles, que creían que las ideas consideradas incendiarias habían desbordado los cauces habituales de difusión y estaban obligados a extremar la vigilancia y la represión.
En la Biblioteca Marqués de Valdecilla se conserva otra impresión de la misma Cédula realizada en Cádiz, en la Oficina de Requena, en 1791.