El autor de esta obra, Chinaneau de Neuville (1720-1781), explica en la «Advertencia» del volumen la necesidad de diferenciar entre los términos «Consideraciones», «Observaciones», «Reflexiones» y «Pensamientos». Así, «consideraciones» debe emplearse para referirse «al análisis de un objeto bajo las diferentes caras de las que se compone» (h. 1r).
En su opinión, la mayor parte de los autores jóvenes se dejan seducir con facilidad por los autores mediocres, sin tener en cuenta si se ajustan al gusto de la nación, si son negligentes en cuanto a los principios del arte o si prefieren el éxito pasajero antes que la gloria eterna que se concede a los hombres ilustres (p. 2). De ahí que su intención sea contribuir a descubrir a la juventud qué clase de literatura les conviene cultivar, según sus disposiciones naturales y el talento que poseen. Esas dotes naturales deben completarse y perfeccionarse mediante el estudio.
La parte primera la dedica a señalar en qué consiste el mérito de las obras del espíritu. Estas dice que son aquellas que hablan directamente a la imaginación y al corazón y que afectan, sobre todo, al hombre sensible. En el segundo capítulo de esta misma sección se detiene en las ideas que son adecuadas para la composión de cada género de literatura.
La segunda parte comienza con el estudio de las disposiciones que hacen falta para la creación de las obras del espíritu diferenciando entre las causas físicas que influyen en el entendimiento humano y, en particular, en la imaginación, y las causas morales que afectan al progreso del espíritu humano. Como resultado, concluye que es la naturaleza de las ideas la que hace posible el mérito de las obras del espíritu, que cada género tiene las suyas y que el clima y las épocas hacen surgir preferentemente unas ideas sobre otras.