Juan Bautista Madramany y Carbonell (1738-1802) fue un neoclásico convencido partidario de reinstaurar el buen gusto de las reglas poéticas como único modo de renovar las letras españolas. En su opinión, la literatura desde principios del siglo XVII había sufrido las consecuencias de la ausencia de buen gusto y sobre todo del desconocimiento o falta de aplicación de las reglas del arte en la composición de cualquier género de poesía. De ahí que insista en la idea de que el restablecimiento de la literatura patria pasara por conocer, explicar y utilizar las reglas del arte poética. Según declara en el «Prólogo», la razón por la cual ofrece una nueva traducción al público es la siguiente:
Cuando la Francia a mitad de siglo pasado padecía la misma enfermedad literaria que la España, la finura y delicadeza de las sátiras y escritos de Bolileau, y particularmente su Arte poética, bastaron a curarla y a dar a sus escritos aquel nervio, vigor y solidez que admiramos desde entonces. ¿Por qué, pues, no podremos esperar que en España esta misma obra produzca los mismos efectos? (p. 15).
La utilidad del tratado francés le parece que está fuera de toda duda pues, para Madramany, describe y define con claridad la esencia de cada clase de poema, aclara cuál es el estilo que le corresponde, propone algún modelo que puede tomarse como referente y concluye reprendiendo los vicios que deben evitarse, señalando a su vez los cometidos por los autores. Además, el texto resulta igualmente deleitable por lo armónico de sus versos y por la fina crítica de que se acompaña. Por todo ello le parece muy idóneo para ilustrar a la juventud que puede retener sus preceptos sin mucho esfuerzo.
Con la intención de facilitar la comprensión del texto y adaptar sus comentarios al caso español, Madramany añade notas y ejemplos de los autores españoles. Junto a esta aportación, explica que uno de los males de la literatura es el abuso realizado de la poesía lírica y, en particular, el haberse dedicado los poetas a componer principalmente décimas, redondillas, jácaras, romances y otros poemas menores de asuntos insulsos o incluso indecentes. Por el contrario, se prestaba poca atención a las sátiras, canciones, églogas y otras composiciones mayores. Incluye a este respecto un juicio crítico de Solís.
El segundo vicio que Madramany reprende a los poetas españoles pertenece a la armonía, por cuanto la considera esencial en los versos e imprescindible para diferenciar el verso de la prosa.