Biblioteca de la Lectura en la Ilustración
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Identificación

La muerte de Abel, tragedia en tres actos y en verso

Gabriel-Marie Legouvé; Antonio Saviñón (traductor)
1803

Resumen

Antonio Saviñón Yánez (1768-1814), liberal perseguido por sus ideas, sobresalió en el ámbito literario por sus traducciones y refundiciones de obras representativas del teatro europeo. 

Además de traducir a Corneille, Racine o Voltaire y de haber versionado a Alfieri en su obra Roma libre, se ocupó de la traducción española de La muerte de Abel de Legouvé. 

En la presentación del texto Saviñón revela las principales razones por las que vertió la obra al español. Tales son la sublimidad de la composición original y la capacidad de Legouvé para representar las emociones y con ello renovar el género trágico. No obstante, como el autor francés, reconoce la dificultad del trabajo particularmente en lo que a la versificación se refiere. Considera que la lengua francesa carece de recursos equivalentes a los de la lengua española por lo que la versificación no puede sobresalir tanto como si fuera obra de un autor español. A pesar de ello, admira el resultado de la obra de Legouvé y considera que una obra tan excelente merecía ser conocida por el público español. 

Descripción bibliográfica

Saviñón, Antonio, La muerte de Abel, tragedia, en tres actos y en verso, por el ciudadano Le Gouvé: traducida del francés al castellano por D. Antonio Saviñón, Madrid: Imprenta de la Administración del Real Arbitrio de Beneficiencia, 1803.
1 h., 80 pp.; 8º. Sign: CSIC, FL COL COMEX/6-4.

Ejemplares

Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas

http://simurg.csic.es/view/990005521480204201

Bibliografía

Barbolani, Cristina, «Un alfiriano militante in Spagna: Antonio Saviñón», Giornale Storico della Letteratura Italiana, CLXXVII (2000), fasc. 580, pp. 570-593.

Cita

Gabriel-Marie Legouvé; Antonio Saviñón (traductor) (1803). La muerte de Abel, tragedia en tres actos y en verso, en Biblioteca de la Lectura en la Ilustración [<https://bibliotecalectura18.net/d/la-muerte-de-abel-tragedia-en-tres-actos-y-en-verso> Consulta: 07/02/2025].

Edición

EL TRADUCTOR

Las composiciones sublimes de los teatros extranjeros deben trsaladarse a todos los idiomas para que aquellos que no las entienden en sus originales lleguen a conocerlas, sientan sus beneficios e imitándolas perpetúen la memoria de sus autores. Entre estas hermosas producciones del talento se cuenta en nuestros días La muerte de Abel por el ciudadano Legouvé, discípulo del célebre poeta Ducis.

Esta famosa tragedia, representada la primera vez en el Teatro de la Nación el 6 de Marzo de 1792, arrancó innumerables y repetidos aplausos al pueblo de París, que, a pesar de que había empezada a inclinarse a la fiereza y la mortandad, no pudo menos que conmoverse y derramar tiernas lágrimas a la presencia de un cuadro en que se pintaban la infancia del universo, la sencillez de sus primitivas costumbres, la nada del hombre colocado junto a la grandeza del Criador y la aflicción de los primeros humanos llorando sobre la primera víctima de la muerte.

La literatura francesa se envaneció al conocer que en este drama tenía una nueva tragedia colocar al lado de las de Corneille y de Racine. Los papeles públicos la elogiaron con el mayor entusiasmo y en breve Ia prensa y aun los buriles extendieron la obra y eternizaron la fama del autor por todas las naciones europeas.

Superfluo sería que el traductor español analizase ahora cada una de las bellezas que la constituyen un modelo de poesía por lo sublime y grande de la acción, por Ia invención, unidad y conducta del plan, por lo fuerte y patético de las situaciones, por la energía y contraste de los caracteres, por lo terrible de la catástrofe y por la grandeza y majestad del espectáculo. Basta, pues, que diga alguna cosa acerca del diálogo, del estilo y de la versificación.

«Yo debía (dice Legouvé) para hacer hablar a estos personajes según sus costumbres, aproxîmar mi dicción en cuanto me lo permitiese la dignidad y el escrúpulo de la versificación francesa al Ienguage ordinario, dándole otro colorido que el que tienen nuestras tragedias, supuesto que nadie ha presentado hasta ahora personajes semejantes a los míos, ni colocados en una época tan antigua. Por tanto, me he limitado solamente a la expresión de las imágenes y sentimientos primitivos y esta precisión me ha conducido necesariamente a usar alguna novedad, tanto en las voces, como en los pensamientos; y si se quiere reflexionar sobre el estrecho círculo a que me he visto reducido para asociar esta novedad con la nobleza y el calor que exige la tragedia, se conocerá La muerte de Abel ha costado mucho el escribirla».

Mas sin embargo de tantas y tan grandes dificultades, el poeta, superándolas sin faltar a las leyes que el arte le imponía, usa un lenguaje poético tan propio de los personajes como desconocido hasta su tiempo en el pobrísimo idioma de los franceses. Versificación sonora y numerosa, armonía imitativa, metáforas bellísimas, hijas de la incultura de los primeros hombres que, por falta de palabras para individualizar lo que veían, trasladaban las cualidades de un objeto a otro, y un pincel enérgico y valiente en toda la composición, han sorprendido y admirado a todos los poetas de la Europa.

Y si esto ha hecho un genio como Legouvé con un instrurnento que presta tan pocos recursos cual es Ia dura y escasa lengua de su patria, ¿qué no hubiera hecho si, en iguales circunstancias, manejase el hermoso, abundantísimo y grandioso idioma de Lope y de Garcilaso? ¿Qué no hubiera hecho si, viéndose libre de la esclavitud de la rima, señorease su fogosa imaginación por el dilatado campo de Ia libertad poética? Hubiera hecho sin duda lo que haría otra pluma más feliz que la del presente traductor si la hubiese puesto en castellano. Entonces sí que esta tragedia llegaría al colmo de unna hermosura y de una perfección incomparables.

Desde que vieron los literatos españoles un cuadro tan sublime, conocieron cuán difícil era el que nuestros pinceles le copiasen; y varios ensayos hechos por el traductor le confirmaron en que sería casi imposible si había de ejecutarse por un talento tan débil como el suyo. Pero al cabo de algunos años, por una de tantas casualidades, estos ensayos cayeron en manos de ciertas personas inteligentes que le exhortaron a continuarlos; y su sumisa condescendencia a la amistad-le obligó por fin a emprender con seríedad y a concluir la traducción que lleno de timidez ofrece a la pública censura.

Para que saliese con menos defectos que los que tiene y trasladar el vigor y la hermosura de la poesía de estilo, procuró conocer primero las imágenes y sentirnientos cuya fuerza de colorido consistía principalmente en estar expresados en un verso; y sin embargo de ser más corto el metro endecasílabo español que el exámetro francés, los ha puesto en un solo verso castellano conservando en algunos hasta la armonía imitariva de los originales. En los demás ha seguido el giro de nuestro dialecto poético.

Aquellos pensamientos que le han parecido o solo indicados o poco desenvueltos a causa de la índole del idioma, o de la poesía francesa, los ha extendido alguna vez, del mismo modo que ha reducido otros que, por demasiado circunstanciados, cree que enervarían el calor y entorpecerían la rapidez de las pasiones agitadas.

Cuando nuestra poesía no ha sido suficientemente ni a traducir ni a imitar las bellezas propias de los idiotismos, ha procurado Ilenar este vacío inventando otras, si no tan enérgicas, al menos más tolerables que los galicismos, que forzosamente resultarían de una traducción literal.

En fin, ha preferido el asonante al verso suelto porque en una obra donde todo ha de ser hermoso, debe emplearse el romance endecasílabo que, a su parecer, es el más bello que conocemos.

Pero después de tanta meditación y de tanto cuidado, ¿habrá hecho una versión digna del original? ¿Habrá hecho una obra que merezca algún lugar en la literatura española!? Tan lejos está de tener el arrogante orguIlo de creerlo que se dará por muy satisfecho si al leerla los conocedores dicen: «No la ha traducido, pero tampoco la ha estropeado».