El escritor y crítico literario Saverio Bettinelli (1718-1808) publicó inicialmente este tratado en 1769 con el título de Dell'entusiasmo delle belle arti. Polémico por sus reflexiones acerca de la literatura de la Edad Media y sobre la Divina comedia de Dante, Bettinelli destacó por su visión volteriana de la literatura y por sus disputas literarias, en particular la que mantuvo con el abate Lampillas a propósito de su Ensayo histórico-apologético de la literatura española.
Bettinelli organiza su tratado de más de 400 páginas en tres secciones, a las que precede una «Introducción». La primera de ellas constituye una reflexión en torno al ámbito de la imaginación, a la que define en sus relaciones con las nociones de fantasía, elevación, novedad, maravilla, pasión… La segunda parte tiene como término central el concepto de genio, y por eso se detiene en explicar la diferencia entre genio e ingenio y en mostrar cuál es la aportación del primero a la novedad, la maravilla, el uso de las pasiones, etc. El último apartado constituye una breve historia del entusiasmo en la que analiza cuál es la influencia del clima y de los gobiernos en su desenvolvimiento, así como cuáles son sus clases o tipología. Concluye el volumen con un análisis genérico del entusiasmo que en realidad debe tomarse como una introducción adaptada a la segunda edición del texto.
Más allá de que el término entusiasmo remita a uno de los conceptos recogidos por los manuales de Poética y Retórica clásicas, la reflexión de Bettinelli transciende la caracterización propia de estas dos disciplinas. Su renovada visión del papel que debe otorgársele al entusiamo en las Bellas Artes, representa una voluntad de volver sobre una compleja problemática que implica reexaminar un concepto relativamente extraño a la mentalidad clasicista, pero que se difunde y reafirma en el siglo XVIII. La noción de furor, de éxtasis, la elevación del alma, la influencia divina, con la que se suele identificar el entusiasmo se adentra en algunos autores del Setecientos en el terreno del genio, de la sensibilidad y de las pasiones. Pertenece a aquellas almas privilegiadas que reproducen con novedad y comunican con una particular fuerza.
El entusiasmo aparta al poeta de la creación mecánica y lo eleva entre sus iguales como portador de un talento artístico excepcional, cuyos efectos se manifestarán tanto en la composición como en la recepción de las obras de arte. De ahí que en la propuesta de Bettinelli, la novedad y la sorpresa se integren en la idea de imitación y sobre todo en el concepto de imaginación.
En su tratado el genio, la belleza y el talento se convierten en los ejes a partir de los cuales se debe construir el sistema poético-literario, por lo que resulta pertinente atribuir al entusiasmo un lugar privilegiado. La creación artística o literaria se aleja de cualquier interpretación que la someta al racionalismo filosófico. La poesía no es sino imaginación y, aunque se muestra prudente respecto de los extremos que representan la fantasía y la filosofía, propone que el literato se adentre en el espacio de la ficción utilizando para ello sus capacidades más sensibles. Bajo ningún concepto, la literatura debe ocupar un lugar subsidiario respecto dela conocimiento filosófico, sino que, al contrario, debe proponerse el logro de la belleza artística componiendo obras de imaginación o, lo que es lo mismo, utilizando el entusiasmo para hallar nuevos espacios no transitados por la limitadora ortodoxia clasicista.