Biblioteca de la Lectura en la Ilustración
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Identificación

Obras poéticas de Doña María Rosa Gálvez de Cabrera, Tomo II

María Rosa Gálvez de Cabrera
1804

Resumen

En 1804 María Rosa de Gálvez (1768-1806) publicó en la Imprenta Real tres tomos de sus Obras poéticas que contenían gran parte de su producción lírica y de sus obras teatrales. El tomo segundo, que contiene cuatro piezas trágicas (Saúl, escena trágica unipersonal; Safo, drama trágico en un act;, Florinda, tragedia en tres actos, y Blanca de Rossi, tragedia en cinco actos) tenía como prólogo una «Advertencia» en la que la autora expresaba sus ideas acerca del género y su implantación en España.

La defensa del género trágico se une a una breve y tímida defensa de la capacidad de las mujeres para abordarlo. La autora había estrenado ya varias obras y había recibido agrias críticas en donde se hacía mención de su sexo y de la imposibilidad de que una mujer escribiese una tragedia, considerada por los preceptistas como la composición más noble de la Poética.

Mención especial debe hacerse de su afirmación de que sus obras «deben más a la naturaleza que al arte», por lo que tienen de reivindicación del genio frente a las normas impuestas por la preceptiva y, por ello, de una apertura hacia nuevas concepciones de la creación literaria.

La «Advertencia» se encuentra en dos testimonios, con muy ligeras diferencias entre ellos. Uno de ellos (MJ), conservado en el actual Ministerio de Justicia, antiguo palacio de la marquesa de Sonora, es el manuscrito que preparó María Rosa de Gálvez para la imprenta. El otro (OP) es el impreso en el tomo II de las Obras Poéticas. En esta edición utilizamos ambos testimonios.

Descripción bibliográfica

Gálvez de Cabrera, María Rosa de, Obras poéticas de Doña María Rosa Gálvez de Cabrera. Tomo II, Madrid: I,prenta Real, 1804.
234 pp., 2 hs., 8º. Sign.: BNE 1/28395.

Ejemplares

Biblioteca Nacional de España

PID ddh0000252582

Bibliografía

Bordiga Grinstein, Julia, La rosa trágica de Málaga: vida y obra de María Rosa Gálvez, Charlottesville: The University of Virginia, 2003 (Anejos de Dieciocho, 3).

Doménech Rico, Fernando, «Introducción», en María Rosa de Gálvez, Tres tragedias. Safo. Blanca de Rossi. Zinda. Edición de Fernando Doménech Rico, Madrid: Cátedra, 2024, pp, 9-159.

Establier Pérez, Helena, María Rosa de Gálvez. Página web dedicada a la autora en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. En línea www.cervantervirtual.com/portales/maria_rosa_de_galvez/

Cita

María Rosa Gálvez de Cabrera (1804). Obras poéticas de Doña María Rosa Gálvez de Cabrera, Tomo II, en Biblioteca de la Lectura en la Ilustración [<https://bibliotecalectura18.net/d/obras-poeticas-de-dona-maria-rosa-galvez-de-cabrera-tomo-ii> Consulta: 21/11/2024].

Edición

ADVERTENCIA

Las tragedias que ofrezco al público son fruto de mi afición a este género de poesía y de mi deseo de manifestar que la escasez que en este ramo se advierte en nuestra literatura es más bien nacida de no haberse nuestros ingenios dedicado a cultivarlo que de su ineptitud para haber dado en él pruebas de su fecundidad. En efecto, hasta ahora casi se puede decir que no tenemos una tragedia perfecta, pero ¿cómo las ha de haber en una nación que recibe con poco gusto estos espectáculos, y cuyos actores huían no hace mucho al solo nombre de tragedia de exponer al público este género dramático que hace las delicias y constituye la mejor parte del teatro de otras naciones cultas? A la verdad, en estos últimos tiempos parecía que iba mejorando la suerte de la tragedia en España: se han representado algunas con aceptación, pero, por desgracia, no podemos hacer gloria de ella, porque solo se han aplaudido las extranjeras. No es mi ánimo inquirir si el serlo puede haberlas dado mejor suerte en el público, pero es indudable que en las de otro país se disculpan los defectos y se exageran con entusiasmo las bellezas, al paso que en las originales no hay la menor indulgencia, lloviendo críticas y aun sátiras indecentes sobre cualquiera que se atreve a emprender esta dificultosísima carrera.

Nada importa que la primera composición del gran Racine, de Corneille y otros trágicos franceses hayan sido detestables: a ellos se les disculpa de no haber llegado desde el primer ensayo a la perfección; pero el miserable español que se atreve a escribir una tragedia ¡triste de él!. Aunque haya en ella primores que compensen sus defectos, aunque promete para lo sucesivo el ingenio del autor alguna considerable mejoría, no hay remedio: se critica, se satiriza, en una palabra, se le hace escarmentar, o acaso maldecir la negra tentación en cayó de escribir original y no traducción. De aquí es que hay un diluvio de traductores, y por milagro un ingenio. Sea dicho sin ofender a nadie: es muy difícil traducir bien, pero hay tanta diferencia de esto a ser poeta como la hay de iluminar una estampa a abrir la lámina para tirar la misma estampa. Sin embargo, hoy vemos con extrañeza que cualquiera que traslada a mala prosa española los dramas extranjeros se cree ingenio, y aun se atreve a desacreditar a los verdaderos poetas (que algunos hay) valiéndose para dar más importancia a su trabajo de exaltar las composiciones de otros países y deprimir las nuestras. Cómo si Apolo hubiese negado su influencia a la nación que produjo los Lopes, los Calderones y los Moretos, y se necesitase para subir al Parnaso escudarse de producciones extranjeras.

Pero en vano es cansarnos. La misma nación, los mismos compatriotas del ingenio español, están contagiados de esta epidemia de predilección a los extraños y desprecio de los propios. Y no es porque entre aquellos sea todo excelente: hay entre sus composiciones, buenas unas, otras malas y también pésimas. Pero en ellas por una sola escena buena se sufren cinco actos insulsos y lánguidos; por un solo carácter trágico se pasan muchos que no lo son, y ¡cuántas veces se gradúan de perfecciones sus defectos! Al contrario, un drama original no puede tener una situación, un verso, un descuido que se tolere: todo ha de ser perfecto; y si esto llegase a verificarse, que no es fácil, aun dudo si merecería el entusiasmo y los aplausos que se tributan a los extranjeros.


En esta época salen luz estas tragedias, que son originales, y se cual fuere su mérito, solo son producción de una mujer española(a): nada hay en ellas traducido, nada hay tomado sino de la historia o suceso que ha dado asunto al drama. Por consecuencia, puedo llamar mías estas composiciones con harto más fundamento que los traductores que se envanecen por el suceso de sus tareas en el teatro, sin reflexiones que los elogios públicos en semejantes representaciones, o son al verdadero autor, o más bien al desempeño de los actores, quedando solo para el traductor el interés pecuniario (que no es despreciable(b), injustamente asignado por lo regular a un trabajo que solo puede serlo para aquellos cortos ingenios que nada son capaces de inventar(c) por sí y necesitan hallarse los pensamientos, la acción, el orden, y en una palabra, hallarse la obra compuesta(d) para poder hacer algunos pinitos en la cuesta del Parnaso.

Atrevimiento es en mi sexo, y en estas desgraciadas circunstancias de nuestro teatro, ofrecer a la pública censura una colección de tragedias, pero espero que se me disculpe por el buen deseo que se estimula a promover o excitar los ingenios españoles para que, despreciando, como es justo, la mordacidad de los miserables que les hacen tan indecente guerra, publiquen sus obras dramáticas. En las mías faltará mucho para la perfección, pero el sexo y las continuas ocupaciones y no vulgares penas que acompañan mi situación, no me han permitido limarlas con más escrupulosidad. Ni yo creo que, por haberlo hecho, adelantaría mucho, puesto que, tal cual sea su mérito, es más bien debido a la naturaleza que al arte, con que no me ha sido muy fácil adornarla. Ni ambiciono una gloria extraordinaria, ni puedo resolverme a creer tanta injusticia en mis compatriotas que dejen de tolerar los defectos que haya en mis composiciones con la prudencia que juzgo merece mi sexo. Si me engaña esta esperanza, estoy bien segura de que la posteridad(e) no dejará acaso de dar algún lugar en su memoria a este libro, y con esto al menos quedarán en parte premiadas las tareas de su autora.

  • Una mujer española: La primera intención de María Rosa de Gálvez fue «una señora española» (MJ). En el mismo manuscrito aparece tachado y corregido como «mujer española».
  • Que no es despreciable: Esta frase aparece solamente en MJ, tachada. No pasó a la edición (OP). La incluimos porque es muy significativa de cómo la autora tenía en cuenta los derechos económicos de escritores y traductores, aunque luego ella misma considerase que no convenía expresarlo de forma tan clara en su «Advertencia».
  • Capaces de inventar: En MJ «capaces de hacer». Tachado y corregido.
  • Compuesta. En MJ aparece una palabra ilegible, tachada y corregida.
  • La posteridad: En MJ, «algún día la posteridad». Tachado «algún día», sin duda porque la autora lo consideraba redundante.