El salmantino Francisco Sánchez Barbero (1764-1819) estudió en el Seminario Conciliar de esta ciudad donde se convertiría en un infatigable lector de los clásicos grecolatinos y, en especial, de Ovidio, Virgilio y Horacio(a). Probablemente de resultas de tanta lectura surgiría su afición a escribir poesía. Siendo aún muy joven se atrevió a ensayar la escritura de versos latinos y castellanos. Terminó la carrera teológica en 1788 pero pronto se apartará de ella para dirigirse a Madrid con el ánimo de convertirse en hombre de letras. En la capital conocerá, entre otros, a Moratín hijo y participará en la famosa Academia de los Arcades de Roma donde se le acogió con el poético sobrenombre de Floralbo Corintio.
Sin embargo, lo que realmente marcó su estancia en la Corte fue el desencadenamiento de la Guerra de la Independencia. Con motivo de sus conocidas ideas liberales, las tropas napoleónicas le detuvieron, encarcelaron y persiguieron hasta el fin de su existencia (b). Sus ideas antifrancesas, las expuso primero en el periódico gaditano El Conciso y después en el madrileño El Español Constitucional. De regreso a Madrid, trabajó como bibliotecario en los Reales Estudios de San Isidro y además realizaba tareas para el gobierno en calidad de censor de teatros. Mas el regreso del absolutismo monárquico de Fernando VII le devolvió a la cárcel, primero en Madrid y depués en Melilla donde falleció.
Su tratado responde a la necesidad, ya instaurada en los estudios literarios, de que ni la Poética ni la Retórica constituyan meros corpus organizados de los princpios y leyes artísticas. Los Principios de Retórica y Poética constituyen un tratado en el que de forma ordenada se somete a reflexión crítica el conocimiento de ambas disciplinas. La obra consta de dos partes y un apéndice sobre lo Bello y el Gusto. En la primera, formada por un total de diecisiete capítulos, se enuncian las reglas básicas del arte oratoria y, en la segunda, más breve, se explica qué es la poesía y cuáles los preceptos que deben regirla. Particular interés ofrece el «Apéndice» pues, si bien es una reunión de citas sobre estos asuntos, construye el marco general en el que deben entenderse los princpios de la poesía. En ese sentido, aboga en favor de la imitación ideal frente a la servil, en la línea de Esteban de Arteaga, y por un concepto de gusto, que toma de la Encyclopédie methodique, como juez de lo bello, educado mediante el estudio y la lectura de autores clásicos y modernos.
Mas, a pesar de ser un pequeño manual al uso con un propósito educador dirigido en particular a la juventud, Sánchez Barbero se propone dar a conocer «lo más digno de saberse que sobre tales ciencias, tan útiles como agradables, han escrito los autores más clásicos, así antiguos como modernos, no dudando oponerme a su doctrina cuando me ha parecido no ser muy conforme a la razón, ni exponer mis observaciones cuando las suyas o carecen de solidez o no están presentadas bajo el verdadero punto de vista con que deben mirarse» (p. 6).
De ahí que se proponga una doble tarea: de un lado, acomodar formulaciones teóricas de pensadores europeos de significativa repercusión en la España del último cuarto del siglo XVIII (el napolitano Filangieri, discípulo de Vico, el español Esteban de Arteaga y los representantes del enciclopedismo francés con Marmontel a la cabeza) a los condicionamientos de una obra dirigida a un lector profano y, de otro, ofrecer una exposición actualizada de los preceptos heredados de las retóricas y poéticas clasicistas. En consecuencia, los Principios de Retórica y Poética ejemplifican el deseo de revitalizar el estudio tradicional de la poética en función de los cambios experimentados en los planteamientos e inquietudes artísticas del poeta de aquellos años situándose más en la dirección de las traducciones españolas de Batteux y Blair, que de la obra del padre Hornero Elementos de Retórica con exemplos latinos de Cicerón y castellanos de Fray Luis de Granada para uso de la Escuelas Pías (Valencia: 1777) de raigambre netamente escolástica.
En opinión de Sánchez Barbero, el gran error de la Retórica y la Poética tradicionales es explicarlas como suma de reglas ignorando que ambas necesitan de la pasión y de la imaginación, en el caso de la elocuencia, y del entusiasmo y el genio en el el de la poesía (pp. 1 y 145). Como trasladaron las poética de Batteux y Blair, el estudio retórico y el poético habían de evolucionar para sustituir el principio de autoridad de las poéticas tradicionales por la razón y un juicio ilustrado. No obstante, no obtuvo en su tiempo el reconocimiento esperado. Salvo Manuel José Quintana, Munárriz y otros poetas próximos a su círculo, pocos apreciaron su labor. No obstante, en 1825 los Principios de Retórica y Poética fueron elegidos como modelo a seguir en la elaboración del plan de estudios y en 1845 otro preceptista, Alfredo Camus, uniera la Poética de Sánchez a la Retórica de Blair en su Curso elemental de Retórica y Poética(c).
- Según las «Notas biográficas» publicadas por Manuel Ramajo y Álvaro Gil Sanz (en Leopoldo Augusto de Cueto, Poetas líricos del siglo XVIII, BAE, 63, pp. 551-563), Francisco Sánchez entró en el Seminario a la edad de nueve años donde estudió dirigido por Pedro Antonio Marcos, discípulo directo de Pedro Estala (Cf. BAE, 63, p. 554). Sánchez también asistió a las clases de griego de fray Bernardo Agustín de Zamora, catedrático de esta disciplina entre 1764 y 1784 y autor de una Gramática de esta lengua muy alabada en su tiempo, y a las impartidas por el Padre Alba, profesor de Humanidades (Véase César Real, «La escuela poética salmantina del siglo XVIII», Boletín de la Biblioteca Menéndez Pelayo, 1948, p. 330 y n. 11). En relación con la pasión de Sánchez por los poetas clásicos, cabe señalar el título de algunas de sus obras como la Epístola de Ovidio, que se publicó en el periódico El Español Constitucional durante su exilio, así como la Gramática latina que escribió durante su cautiverio y fue editada póstumamente el año 1829.
- La razón directa de la persecución sufrida por Sánchez parece ser la Oda escrita y leída por el propio autor en 1814 con motivo de la Cátedra de Constitución política en los Estudios de San Isidro (BAE, 63, p. 558).
- Los Principios de Retórica y Poética se reeditaron en Madrid en 1834, en Barcelona en 1848 y, un año después, en La Habana. Todavía en 1827 la Gaceta de Madrid elogia la obra diciendo que «no hay libro alguno que en tan pequeño volumen abrace todos los géneros de escritos y que, a pesar de la concisión, exponga las reglas elementales con igual tino y filosofía» (citado en BAE, 83, p. 552).