El Suplemento al artículo de Trigueros (1790) supone un elemento más en la escalada del conflicto Trigueros-Forner. En la primera fase de este conflicto, desarrollada a lo largo del año 1784 con la publicación de La Riada, y de la consecutiva aparición de la Carta de Antonio Varas, el conflicto hallaba su fundamento en el debate entre dos formas de entender la composición poética: el conocimiento de las reglas del arte frente a una postura que reivindica una flexibilización de la norma.
Seis años después, el conflicto se encuentra lejos de su resolución y otro enfrentamiento garantiza su desarrollo durante los inicios del nuevo decenio. El Suplemento no se limita a repetir las críticas sobre las nociones de poética fallidas de Cándido María Trigueros. Su diseño responde a un objetivo de mayor altura, el de poner en duda uno de los proyectos más prometedores y ambiciosos en la historia de las letras españolas de la Ilustración, el Ensayo de una biblioteca española de los mejores escritores del reinado de Carlos III (1785-1789), publicación ideada y dirigida por Juan Sempere y Guarinos.
Juan Pablo Forner pretende denunciar el nulo favor que una recopilación de biografías literarias de autores modernos hace a las letras de la nación, cuando son los propios autores quienes de manera acrítica exponen los méritos y alabanzas de sus obras. Forner expone su descontento comparando su aparición en el tomo III de la biblioteca, en la que Sempere y Guarinos, a propósito de la Carta de Antonio Varas, limita su parecer a «algunas buenas reflexiones acerca de la poesía épica» (III 1786, 88). Contrariamente, en la entrada correspondiente a Cándido María Trigueros, aparecida en el tomo VI de la misma biblioteca, la figura de Forner y su aportación crítica a La Riada son consideradas de manera distinta. La Carta fue reducida a una punzante sátira, que consiguió generar ruido en los claustros de la República de las Letras por su temperatura verbal:
Algunos lugares comunes mal aplicados, y ciertas expresiones del señor Trigueros no bien entendidas, y maliciosamente glosadas, son todo el asunto de esta carta, la cual hizo no obstante algún ruido: no tanto por su mérito, como porque era sátira; por las pullas que mezcló en ella contra algunos autores buenos y malos; y por la satisfacción que se le mandó dar a la Academia Española (VI 1789, 92).
Esta crítica contra la Carta de Varas hace sospechar a Forner de que la entrada correspondiente a Trigueros fue redactada por el autor mismo. Este realiza un notable esfuerzo por considerar la sátira como una simple burla, ajena al construccionismo crítico, producida con el único objetivo de generar sordera por medio de una retórica vilipendiante. Juan Pablo Forner, quien reivindica el apreciado valor como correctivo moral que la sátira ejerce, cita a los insignes sátiros antiguos y modernos, Juvenal, Horacio, Luciano o el propio Quevedo, y no hay más que hojear su sátira menipea Exequias de la lengua castellana para entender el profundo valor moralizante que identificaba en aquel género.
Por otro lado, Forner da a conocer la turbia práctica que acababa de descubrir en la auto-alabanza de Trigueros. En el artículo de la biblioteca de Sempere y Guarinos, se incorporan dos cartas de autores franceses que elogiaban el poema La Riada y alababan la figura de su autor. Forner señala astutamente que a nadie más que a Trigueros le serían accesibles las muestras de una correspondencia privada y que, además, el autor violaba el acuerdo no escrito de no publicar notas o cartas redactadas para el uso y la circulación en un entorno privado. El «censor de Trigueros», como le llamó en una ocasión Leopolgo Augusto de Cueto, contactó con aquellos autores que tanto habían elogiado al autor de la épica sobre la avenida del río Guadalquivir, para recibir posteriormente la aclaración de que más que una sincera alabanza, se trataba de unos elogios realizados en un marco de amables mensajes mutuos posibles solo en el marco de un intercambio formal de cordialidades.
Forner no se retracta de ninguno de los juicios emitidos en su carta de 1784. Es más, reitera los defectos acometidos por Trigueros en cada uno de los constituvos de la construcción poética. Se trata de un documento que constata dos polémicas con un mismo eje; el enfrentamiento Trigueros-Forner y la polémica Sempere-Forner, sobresaliendo en ambas el principal objetivo del emeritense: el de corregir los vicios que los poetas de la época cometían con sus composiciones legadas a merced de la imaginación, al olvido de los modelos clásicos, a la consciente ignorancia de las reglas de poética y a la imitación del estilo francés.
Sabemos por una carta conservada con Pedro de Estala, quien gestionaba los asuntos de Forner con la imprenta desde Salamanca, que los ejemplares del Suplemento fueron confiscados, su nueva circulación vigilada y su impresión prohibida. La razón principal reside en una prohibición vigente desde 1784, por la cual Juan Pablo Forner era condenado a no poder publicar nuevos panfletos de forma anónima. Junto a la anterior, otra razón subyace en la colaboración entre Trigueros e Iriarte quienes conjuntamente procuraron neutralizar el furor crítico de Juan Pablo Forner.