Este segundo tomo del tratado de Bardou-Duhamel lo forma la cuarta parte que, a su vez, está compuesta por cinco secciones. En conjunto se destina a la operación de juzgar. Por ello en las primera páginas ofrece una «Idea de una buena obra» (p. 15) y de «lo que es necesario saber para juzgar bien» (p. 16). Parte de la base de que para juzgar con acierto, es necesario disponer tanto de conocimientos como de libertad de espíritu. Considera que nada hay más contrario a la exactitud del juicio que ciertas pasiones como el amor y el odio. Pero para que el juicio esté fundamentado también es necesario saber en qué consiste una «buena obra», pues el concepto que el lector (y el autor) tenga de la misma constituirá la base que se aplique a cada obra leída. Una buena obra (o una obra perfecta) es aquella en la que la idea principal se organiza en las partes esenciales del discurso y donde los pensamientos se exponen en el orden que más le convienen (pp. 15-16).
Precisamente a exponer cuáles son los defectos que se deben evitar en la construcción de un discurso, sea este oratorio (pp. 21-26), poético (27-45), histórico (45-65) o dogmático (66-80), dedica la sección primera ilustrada en cada apartado con los correspondientes ejemplos.
La segunda sección se centra en explicar en qué consiste el razonamiento de una obra y cómo debe desarrollarse para exponer en las últimas páginas cómo puede juzgarse si un razonamiento está bien expuesto.
La tercera sección está dedicada a la disposición y los ornamentos y la cuarta a la calidad de los pensamientos. Concluye estos apartados con los medios de evitar los pensamientos extranjeros superfluos y las repeticiones innecesarias. La quinta sección tiene que ver con el estilo, así como con su claridad y proporción diferenciando el estilo propio de la prosa del característico de la poesía.
En resumen, al igual que en el volumen anterior, se ofrece una teoría de la composición del discurso en la que las condiciones que deben cumplirse atañen por igual al autor que debe seguir sus indicaciones como al lector que debe apreciarlas.