El volumen segundo de los tres que componen esta historia literaria alfabética de Francia comienza con Jean-Claude Fabre y termina con Edme Mariote. Como en el caso del anterior tomo, incluye autores vivos lo cual plantea el problema que supone juzgar a los contemporáneos. No obstante, como el criterio general que sigue Sabatier de Castres consiste en criticar al mismo tiempo que se valora a los autores más representativos de la literatura francesa, se detiene en el análisis de las obras y aportaciones de los autores célebres o de los que, pudiendo ser menos reconocidos por los lectores, considera que su aportación a las Letras francesas merece una cierta atención atención.
Su forma de proceder consiste en valorar las aptitudes de los escritores cuyas obras reseña señalando las faltas o carencias que, en su caso, causaron la ausencia de genio o de perfección. La visión, aunque determinada por el sentido de la moral, del buen gusto y de las reglas del arte, es la del lector culto que señala defectos y valores de los autores y obras reseñados. No obstante, aunque no todos los autores ni todos los géneros literarios resulten de su agrado, no duda a la hora de resaltar las cualidades de algún autor que, a su juicio, sobreslae sobre los demás. Sirva de ejemplo el comentario siguiente sobre Favart, autor de óperas cómicas:
[...] Es el que mejor ha captado el espítu de este género de espectáculo. Sin sobrecargarlo ridículamente con un sentimiento frío y pueril, sin difundir una filosofía vaporosa propia para hacer sonar la música o denigrarla, sin salpicarla, perfumándola con esas pequeñas pretensiones, que solo se acogen a falta de algo, ha logrado difundir el interés, la naturalidad, la alegría, la finura y todas las amenidades de que es susceptible; ha logrado, en una palabra, pintar el verdadero carácter de la nación (p. 5).
Por la misma razón, tampoco duda en denigrar a autores carente de criterio o de juicio literario. De Pierre Faidit, por citar un ejemplo, señala que es impetuoso y que, falto de formación y referentes, no duda en críticar a Bossuet o el Telémaco. Naturalemente es más vehemente con los autores muertos que con los vivos y menos condescendiente con los escritores anteriores al siglo XVIII.
Es importante señalar la inclusión de autoras y la valoración positiva de ellas cuando así lo considera.