Se responde en estas páginas al comentario favorable a la novela de Samuel Richardson titulada Clara Harlowe o, más exactamente, Clarissa or The History of a Young Lady, novela epistolar publicada por primera vez en 1748. La novela inglesa fue traducida al francés y desde esta lengua al español en 1794 por José Marcos Gutiérrez que la públicó en la imprenta madrileña de Benito Cano.
El autor de la reseña crítica se reconoce admirador de la novela, pero no por ello oculta los defectos que aprecia. En primer lugar, manifiesta que se ha acusado a Richardson de detenerse excesivamente en los detalles generando una narración repetitiva. Admite que los dos primeros tomos transcurren con lentitud en lo que a la acción se refiere, pero lo justifica en función de la verosimilitud. Valora asimismo la pintura diferenciada de los caracteres, la moralidad que expresa y la capacidad del autor para crear escenas patéticas y agradables. Por ello concluye que:
El defecto que se objeta a dichos tomos no se ha de buscar en ellos sino en los mismos lectores que lo objetan. A unos de estos disgustan porque carecen de luces para ver sus encantadoras bellezas, a otros porque tienen corrompido el gusto con la lectura de otras novelas muy inferiores a la Clara Harlowe, que se componen de relaciones tan insípidas y desnudas de vistosos y verdaderos adornos que, a lo más, excitan ligeramente nuestros afectos y no hacen profundas impresiones en nuestro corazón, y a otros finalmente por su natural viveza, curiosidad y sensibilidad que, picando mucho su interés, les hacen desear que se aligere la acción por ver su desenlace, sin dejar dejar de experimentar entre tanto por eso muchas agradables sensaciones (p. 183).
Además, señala que la lentitud inicial de la novela sirve para aumentar el interés de los volúmenes sucesivos. También le censura que no distinga en los personajes los defectos propios de su condición literaria de aquellos que se corresponden con la naturaleza imperfecta de los seres humanos. Le acusa en conjunto de faltar a la verdad en sus juicios y de no haber entendido los fundamentos narrativos del género novelesco.