Ignacio de Luzán redacta las Memorias literarias de París tras su estancia en la capital francesa que tuvo lugar entre los años 1747 y 1750. Sus notas y comentarios reflejan un espíritu cauto y utilitario declarado desde la «Introducción». Tras una primera parte relativa al aprendizaje de las primeras letras y sus métodos (capítulos II-V), se detiene en los estudios de gramática y retórica, para proceder después a comentar cuál es el estado de poesía francesa y prestar particular atención al teatro (capítulos VIII-XI). A continuación, repara en las ciencias, desde la Filosofía al Derecho, pasando por la Física, las Matemáticas y la Medicina (capítulos XII-XIX). Finalmente, se detiene en las instituciones culturales: universidad, colegios y academias, para dedicar los capítulos finales a la imprenta, los periódicos, las bibliotecas, los libreros y los impresores (capítulos XXVII-XXX).
Conviene señalar las reflexiones de Luzán acerca de «algunos libros y autores modernos», donde expresa su rechazo ante las novelas «que en tanto número se escriben y publican cada día, con mucha gracia, discreción y naturalidad en cuanto al estilo, pero con mucha libertad, y aun indecencia, en cuanto a las costumbres» (p. 302).
El interés de las Memorias literarias de París ha sido reseñado pormenorizadamente por Guillermo Carnero en el estudio preliminar a la edición del texto.