Se trata de una aprobación en la que se demuestra la afinidad del aprobante respecto de Luzán y de su formación neoclásica. Se autoriza la publicación de las Memorias literarias de París no solo porque no contienen nada contrario a las regalías y buenas costumbres, sino porque al autor le avala la redacción de su Poética.
Aprobación de Montiano y Luyando de las Memorias literarias de París
Agustín Montiano y Luyando
1751
Resumen
Descripción bibliográfica
Montiano y Luyando, Agustín, «Aprobación de don Agustín de Montiano y Luyando, del Consejo de S.M., su Secretario de la Cámara de Gracia, y Justicia, y Estado de Castilla, Director perpetuo por S. M. de la Academia de la Historia y Académico de la Academia Española», en Luzán, Ignacio de, Memorias literarias de París: actual estado y método de sus estudios. Al Rmo. P. Francisco de Rávago, de la Compañía de Jesús, Confesor del Rey nuestro Señor, etc. Por Don Ignacio de Luzán, Superintendente de la Casa Moneda, Ministro de la Real Junta de Comercio, etc., Madrid: Imprenta de Gabriel Ramírez, 1751, hs. 19r-20r.
Ejemplares
Salamanca, Biblioteca privada.
Cita
Agustín Montiano y Luyando (1751). Aprobación de Montiano y Luyando de las Memorias literarias de París, en Biblioteca de la Lectura en la Ilustración [<https://bibliotecalectura18.net/d/aprobacion-de-montiano-y-luyando-de-las-memorias-literarias-de-paris> Consulta: 21/11/2024].
Copyright
María José Rodríguez Sánchez de León
Edición
Aun los ratos perdidos de los hombres estudiosos y de espíritu singular contribuyen a la enseñanza y aprovechamiento común. Las Memorias literarias de París, que escribió don Ignacio de Luzán en los breves ocios que le dejaban los encargos superiores en que entendía, son de esta naturaleza. Lo que otros miran con descuido con el solo fin de entretener el tiempo cuando aflojan la cuerda al arco lo aplicó su curiosidad ingeniosa a las más útiles observaciones para traer en qué aprendiese su patria o renovase la memoria de lo que ya supo y ha olvidado. Así procurasen servirla todos con igual celo fueran más nuestras ventajas y menos las plumas torpemente engreídas con trabajos despreciables, cultivo del propio interés y único fruto para la ignorancia. No es el primer testimonio que ha dado de sus generosos deseos este erudito. Su Poética y otras hermosas producciones de la habilidad que, con razón, le atribuyen proprios y extraños, lo comprueban y autorizan los dignos elogios que merecen y le rinden. Yo los aumentaría con especial gusto hasta descubrir lo apasionado si no temiese hacer quejosa su modestia, pero la conozco y la admiro y no debo ejercitarla porque se sacie mi amistad y se repitan las aclamaciones que han de ofenderle o por lo que las rehusa o por lo que perderán de su lustre en mi expresión. Diré, no obstante porque no quede sin satisfacer la orden de V. A., que no solo no contiene esta obra punto el más ligero en que peligren las regalías de S. M. y las buenas costumbres sino que antes bien pueden adelantarse unas y otras con los preciosos avisos que se esconden en ella.
Madrid, 4 de diciembre de 1751