El Ensayo concluye con este tomo IV de la segunda parte, que se abre con la disertación VIII, la última del volumen, cuya numeración continúa la del tomo anterior. Comienza Lampillas señalando que, puesto que los españoles asumieron las tradiciones y las formas de vida de los romanos, también se asemejaron en los divertimentos, por lo que, como ellos, celebraban juegos escénicos, de lo que quedaba expresa constancia en los restos arqueológicos de Mérida y Numancia, por ejemplo. Se trata de emparentar el teatro español con el latino.
Antes de pasar al teatro del siglo XVI señala algunos relevantes hitos previos, como la Celestina y el asunto de su autoría o la antigüedad de las tragedias de Fernán Pérez de Oliva y si sus obras eran anteriores a las italianas.
Indica que, hasta la llegada de Lope de Vega, florecieron en España grandes dramaturgos. Explica las principales obras y rasgos de autores como Juan de la Cueva, Cristóbal de Virués, Cristóbal de Mesa, Lope de Rueda, Bartolomé de Torres Naharro o Miguel de Cervantes. Compara sus estilos con las cesuras que Pietro Napoli-Signorelli hacía del teatro español. Incluso aborda el género de los autos sacramentales.
A partir de ahí, se centra en Lope de Vega y en su grandeza. Examina los principales defectos que se achacaban a los textos dramáticos españoles y asume que eran compartidos por todas las naciones.
Finalmente, en cuanto a los gustos del público, concede que no solo fue Lope quien escribió sus comedias pensando en el auditorio, sino que se trataba de algo común en Europa.
Sigue la «Conclusión», en la que Lampillas, de forma breve, indica que el teatro es el género que más invectivas soportaba y que muchos de los vicios que se señalaban para las obras españolas eran paralelos a los de textos extranjeros, pero que opiniones interesadas como las de Quadrio y Bettinelli los omitían. Señala, por fin, que incluso el teatro francés se había nutrido del español, más evolucionado, en algunas traducciones y adaptaciones.
Cierran el tomo el índice y las erratas.
Descripción bibliográfica
Lampillas, Francisco Javier, Ensayo histórico-apologético de la literatura Española contra las opiniones preocupadas de algunos Escritores modernos italianos. Disertaciones del Señor Abate Don Xavier Lampillas. Parte Segunda de la literatura moderna. Tomo quarto. Traducido del italiano al español por Dª. Josefa Amar y Borbón, residente de la Ciudad de Zaragoza, Socia de merito de la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País. Zaragoza: Oficina de Blas Miedes, 1784.
286 pp.; 4º. Sign.: BNE 3/64554.
Temo haberme extendido demasiado en la apología del teatro español y que, de esto, tomará ocasión el abate Bettinelli para repetir sus graciosas chanzas sobre el título de Ensayo puesto en la frente de mi obra. Pero ¿qué podía yo hacer? ¿Había de disimular tantas preocupaciones vulgares contra el mérito de nuestros poetas y abandonar su defensa por ponerme en salvo de semejantes críticas? Bien sabía el señor abate que cuando comencé la apología de la literatura española, muy ajeno del menor artificio, protesté dar un Ensayo reducido a pocos puntos sobre los cuales había descubierto algunas preocupaciones suyas y de otros italianos modernos, pero el diligente examen hecho en sus obras de la Historia literaria de Italia, de la escrita por Quadrio [1] y por otros autores me abrieron un campo tan dilatado en que manifestar mi justo celo en defensa del honor de la patria que, por más que haya excedido los límites que me prefijé al principio, con todo no he pasado de los de un Ensayo. El hecho es que Bettinelli y sus secuaces son tan forasteros en la historia literaria de España que lo poco que he escrito les parece una historia completa y harto exagerada.
Pero, habiéndome propuesto combatir las preocupaciones contra el mérito literario de España, me ha parecido precisa mayor detención en aquellos puntos en que tropiezan más las opiniones mal fundadas de los extranjeros y, siendo el teatro español uno de los objetos que más generalmente combaten [2] toda toda clase de personas, he creído debido hacer una apología más extensa y completa. En ella pueden echar de ver los extranjeros cuán mal fundadas son sus opiniones perjudiciales en orden a nuestro teatro —que ellos tienen por un conjunto informe de mil extravagancias— y que, si bien entre muchos millares de obras teatrales españolas se encuentran algunas llenas de defectos clásicos, hay, sin embargo, infinitas que abundan de perfecciones originales, dignas de competir con las mejores de otras naciones [3]. Tampoco disculparán a los forasteros que han asentado que los españoles no han conocido la tragedia [4], siendo así que ni los italianos la conocieron antes que ellos y, cuando los franceses y las demás naciones corrían tras los espectáculos más ridículos, los españoles, a porfía con los italianos, imitaban los Sófocles y los Eurípides.
En suma, menos disculpa hallarán para el abate Quadrio y Bettinelli, que deciden con mucha satisfacción que los españoles no han conocido la verdadera comedia sin haberse tomado el trabajo de examinar los innumerables libros de comedias españolas que han enriquecido los teatros extranjeros y sin comparar los exagerados defectos con las excelencias que se callan de muchas comedias bien arregladas. Los críticos imparciales no podrán menos de confesar que los defectos que se suponen característicos del teatro español, los más han sido y son comunes a los teatros de todas las naciones, las cuales no tienen tantos Sófocles y Aristófanes como presumen; antes bien, no pocos de ellos, si se les despojase de todo lo que han tomado de los poetas españoles, quedarían en el teatro como otras tantas cornejas desplumadas. Observarán, igualmente, que, los españoles, no ya arrebatados de la mente altanera, sino de un modo recto de pensar, desterraron del teatro aquellos personajes viles e indecentes que hacen menos honestas las comedias antiguas y casi todas las italianas del siglo XVI, sustituyendo, en su lugar, personas nobles y civiles, sistema que han adoptado después todas las naciones cultas, de modo que los príncipes del teatro francés —Corneille, Racine y Molière— no se desdeñaron de estudiar, imitar y traducir [5] nuestros poetas cómicos y los célebres italianos Martelli, Metastasio y Goldoni, restauradores del teatro italiano, manifestaron justo aprecio del mérito del teatro español, testimonios suficientes para salvar a nuestros poetas de las injustas críticas de los Quadrios y de los Bettinellis.
Por lo que toca al grave cargo que hacen estos dos italianos a la nación española de haber sido la corruptora del teatro italiano al principio del siglo XVII, nos reservamos hacer la apología en el tomo siguiente [6], examinando en él aquellas «pruebas irrefregables» [7] con que el abate Bettinelli juzga poder atribuir a los españoles la decantada época de la corrupción del siglo XVI y asegurar, confiadamente, que
… aparve nella scorsa etate
la romanzesca ispana frenesia
a far deforme e vil l’itala scena[8].
Francisco Saverio Quadrio, historiador y crítico literario de la Italia ilustrada.
Durante la Ilustración europea hubo varios eruditos extranjeros —y también nacionales— que acusaron a España de haber corrompido el teatro, especialmente desde los tiempos de Lope de Vega. Vid. López Martín, Ismael, «La pervivencia de un canon neoclásico heredado: Lope de Vega a la luz del Theatro Hespañol de Vicente García de la Huerta», en Cañas Murillo, Jesús, Miguel Ángel Lama Hernández y José Roso Díaz, eds., Vicente García de la Huerta y su obra (1734-1787), Madrid: Visor, 2015, pp. 319-343.
Vid. Nasarre, Blas, Disertación o Prólogo sobre las comedias de España, Cañas Murillo, Jesús, ed., Cáceres: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Extremadura, 1992, p. 89.
Las ideas de que los españoles no habían escrito tragedias con arte fueron extendidas por críticos franceses como Louis-Adrien Du Perron de Castera, a quien respondió Agustín de Montiano y Luyando en sus Discurso sobre las tragedias españolas (1750) y Discurso II sobre las tragedias españolas (1753).
No eran infrecuentes las adaptaciones de obras neoclásicas escritas en otros países. También los autores españoles lo hicieron con tragedias y comedias, por ejemplo, francesas.
El presente tomo IV de la segunda parte del Ensayo es el último que se publicó, aunque más tarde se añadió la Respuesta del Señor Abate Don Xavier Lampillas a los cargos recopilados por el Señor Abate Tiraboschi en su Carta al Señor Abate N. N. sobre el Ensayo Histórico-Apologético de la Literatura Española Traducida del Italiano por Dª. Josefa Amar y Barbón. Va añadido un Índice Alfabético de los principales Autores, y Materias que comprenden los seis tomos de la Obra del Abate Lampillas, formado por la Traductora, ya en 1786.
Lettere de’ Sig. Abati Tiraboschi e Bettinelli con le risposte del Sig. Ab. Lampillas intorno al Saggio storico-apologetico della letteratura spagnola del medesimo, da servire di continuazione del medesimo Saggio, Roma: Luigi Perego Salvioni, 1781, p. 169.
(Nota del autor) Délfico, Diodoro [Bettinelli, Saverio], Le raccolte, en Sei poematti in ottava rima, Padua: Stamperia del Seminario, 1767, p. 4. (Nota del editor) Lampillas, en la edición italiana de su Ensayo, señala que el autor de la cita es Diodoro Délfico, que es el pseudónimo de Saverio Bettinelli como poeta perteneciente a la Academia de los Arcades de Roma. Así figura en la portada del volumen: con las iniciales P. A. (id est, ‘Poeta Arcade’). Además, indica que la cita está incluida en la estancia XIII del canto I del poema Le raccolte.