Este último tomo se ocupa del teatro español e italiano del siglo XVIII. En los capítulos que forman el libro IX se examinan las tragedias, las comedias y los sainetes, así como la ópera musical y los edificios teatrales de la España del XVIII, exhibiendo el autor un conocimiento completo del drama peninsular del periodo.
A diferencia de muchos de sus compatriotas, esa instrucción es fruto de su conocimiento directo de las fuentes que examina, tanto como lector como en su condición de espectador en sus años en Madrid. Muchas de sus apreciaciones y de los comentarios sobre el drama español, tanto el aúreo en el tomo IV como el contemporáneo en este último, se inscriben en la visión que dominaba en el círculo clasicista de eruditos que frecuentaban la madrileña fonda de San Sebastián, y en especial la que exhibe Nicolás Fernández de Moratín, cuyas huellas en sus juicios críticos —al igual que las de su hijo Leandro— resultan por demás evidentes en muchos pasajes del texto.
En sus comentarios y juicios de valor, más allá de algunos desaciertos que señala, enjuicia favorablemente los primeros pasos en pos de una tragedia nacional, según las reglas del arte defendidas por Nicolás Fernández de Moratín, Cadalso y López de Ayala, y siguiendo los modelos concebidos por Racine y Corneille. Mucho más crítico, en cambio, se muestra con la que es considerada la tragedia neoclásica por excelencia del dieciocho español, Raquel, de García de la Huerta.
Apoya y comenta muy favorablemente el nacimiento de la nueva comedia burguesa, exaltando la labor de sus dos mayores exponentes, Tomás de Iriarte y, en especial, su amigo Leandro Fernández de Moratín, de quien, como manifestación de su adhesión al modelo teatral del madrileño, tradujo al italiano cuatro de sus cinco comedias.
Estas amplias páginas dedicadas al teatro hispánico del siglo XVIII, con interesantes incursiones en clave comparada relacionando obras y autores españolas con el francés y el italiano, constituyen uno de los los aspectos de mayor relevancia y de mayor provecho que exhibe este último volumen.
En los los capítulos que componen el último libro, el décimo, el crítico napolitano explora el drama de su país, dedicando su atención al estudio del teatro italiano del siglo XVIII: se investigan y comentan las tragedias reales y ciudadanas y las comedias lacrimosas; las comedias, las pastorales y los edificios teatrales; los melodramas, las fábulas líricas, óperas bufas y óperas heroicas, cerrándose el volumen con un último capítulo dedicado al estado presente de los espectáculos teatrales en Europa central (con unas anotaciones sobre el drama italiano, español, alemán, inglés y alemán) y unas breves conclusiones.
El volumen, al igual que los precedentes, concluye con el apartado final, en este caso ya más breve que las anteriores, de notas complementarias a cargo del llorado erudito campano Carlos Vespasiano (pp. 305-308).
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«Don Leandro [Moratín] siguió por la parte más moderna lo que su padre [Nicolás] había hecho por la antigua, favoreciendo a Napoli Signorelli en particular por la parte española y, sobre todo, en lo referente al penúltimo tomo, el noveno, de la última edición, que atañe a la segunda mitad del siglo XVIII e inicios del XIX», anota Mariutti 1960: 774.
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[1]. «Don Leandro [Moratín] siguió por la parte más moderna lo que su padre [Nicolás] había hecho por la antigua, favoreciendo a Napoli Signorelli en particular por la parte española y, sobre todo, en lo referente al penúltimo tomo, el noveno, de la última edición, que atañe a la segunda mitad del siglo XVIII e inicios del XIX», anota Mariutti 1960: 774.
[2]. Véase a este respecto J. Ríos Carratalá 1987: 210-216 y F. Quinziano 2015: 580-590.