Los Mohedano defienden, una vez más, su labor en el «Prólogo» que antecede, en este caso, al tomo VI de su Historia literaria de España. Sin embargo, de ese texto podemos extraer algunas referencias sobre la metodología y la recepción de su obra. En primer lugar, los franciscanos convienen en que seguir un discurso histórico era no solo del gusto de los lectores, sino también del suyo propio porque se acomodaba a las necesidades de su obra, aunque conceden que la inmensidad de su producción obligaba a excursos en dicha explicación lineal. A propósito de esa inmensidad, que recurrentemente metaforizan con el mar, siguen apostando por la documentación ingente y no son de la opinión de limitar esa Historia literaria. Reconocen que se están encontrando con muchos materiales incluso en los tiempos más cercanos —dentro del Imperio romano—, pero ello no es óbice para que se omitan en detrimento de la integridad y de la inteligencia de los lectores. Asumen que «nuestro intento es hacer accesible la materia de la obra a los lectores, no aspirar a elogios de nuestra elocuencia». También aceptan que en sus prólogos introducen referencias a historias y a otras obras para amenidad y «diversidad de los lectores».
Insisten los autores en caracterizar a los críticos perjudiciales que censuran obras sin conocerlas, como en este pasaje:
En la república literaria moderna se ha introducido una especie de críticos que censuran los libros sin leerlos ni entenderlos. A esta podemos llamar crítica de rumor, pues, como en la república civil hay gentes malignas, precipitadas, de juicio ligero, de lengua maldiciente que juzgan y hablan de las acciones de los próximos sin el debido examen o noticia, solamente por rumores vagos, del mismo modo estos pseudocríticos, chismosos de rumor, no necesitan conocimiento o examen para pronunciar juicios y sembrar noticias contra el crédito de los autores o sus libros.
Desde el punto de vista crítico se encargan de valorar las obras Juan Andrés, Tomás Serrano y Francisco Javier Lampillas(a). Aclaran que son meritorias y absolutamente compatibles con su propia obra, pues aquellas o son breves o se limitan a los tiempos modernos. Apuntalan la necesidad de su obra con el desconocimiento que la propia nación española tenía de los escritos de esos abates:
Todas estas apologías están en idioma latino o italiano. Ninguna se ha traducido en español, sino la brevísima defensa que hace el abate Juan Andrés de los españoles del siglo XVII [1]. Así, entre nuestros jóvenes estudiosos y en el grueso de la nación, hay muy poca y confusa noticia de estas obras modernas, que apenas han tenido tiempo de comunicarse a España, pues las primeras se imprimieron en Italia en 1776. Por lo mismo convenía dar una breve noticia de estas obras y su contenido, como lo ejecutamos en estos dos primeros volúmenes que ahora se publican. Fuera de esto añadimos muchos hechos literarios y nuevas reflexiones que, o se ocultaron a estos apologistas, o las tocaron muy de paso, conforme al plan de sus obras. Tal es el asunto del tomo VII de nuestra Historia literaria.
Concluyen el prólogo deseando que su obra siga contribuyendo a la gloria de la nación, pidiendo el favor del público.
Sigue una «Advertencia» y «Otra», que constituyen reconocimientos de erratas y aclaraciones. A partir de ahí se incluyen los libros XI y XII de la magna obra, centrados en Marco Anneo Séneca.
El volumen finaliza con el «Suplemento a la primera advertencia puesta después del prólogo» y el «Índice de las cosas notables».
- Se refiere a la Lettera dell’Abate D. Giovanni Andres al Sig. Comendatore Fra Gaetano Valenti Gonzaga Cavaliere dell’Inclita Religione di Malta sopra una pretesa cagione del corrompimento del gusto italiano nel secolo XVII, de Juan Andrés, que vio la luz en 1776; al Thomae Serrani Valentini, super judicio Hieronymi Tiraboschii de M. Valerio Martiale, Lucio Anneo Seneca, Marco Anneo Lucano, et aliis argentae aetatis Hispaniae ad Clementinum Vannetium epistolae duae, de Tomás Sevillano, publicado ese mismo año, y al Saggio storico-apologetico della Letteratura Spagnola, de Francisco Javier Lampillas, que se estaba publicando en varios tomos desde 1778.
- La ya citada de Juan Andrés, cuya traducción al español es de 1780.