Este tomo VI de Origen, progresos y estado actual de toda la literatura se divide en dos libros: el Libro III trata sobre la Historia, la Geografía, la Cronología, la ciencia llamada Anticuaria, es decir, las obras que tratan de antigüedades artísticas conservadas, y el Libro IV que se ocupa de la Gramática, la Exegética [1] y la Crítica. Termina con una serie de conclusiones sobre el estado de las letras en varias naciones, un parangón de los antiguos y los modernos y unas breves reflexiones sobre la diversidad de gustos. A este respecto, Juan Andrés reflexiona sobre las diferencias entre los estilos y los gustos de las diversas naciones y etapas de la historia, en particular en las obras de la imaginación, según las sensaciones y efectos que a cada una procura la observación de la naturaleza.
La definición que de esta nos procura es la siguiente: «No reduciremos la Exégetica a sola la explicación de las voces, sino que comprenderemos en esta parte de la Gramática las traducciones, los comentos y generalmente toda explicación de libros, y la hermenéutica y la hiponemática», p. 659.
Descripción bibliográfica
Andrés, Juan, Origen, progresos y estado actual de toda la literatura. Obra escrita en italiano por el abate D. Juan Andrés, individuo de las Reales Academias Florentina, y de las Ciencias y buenas Letras de Mantua: y traducida al castellano por D. Carlos Andrés, individuo de las Reales Academias Florentina, y del Derecho Español y Público Matritense. Tomo VI, Madrid: Imprenta de Sancha, 1793.
12 hs., 723 pp.; 4º. Sign: BNE 2/59402.
Una, y tal vez la más noble, parte de la Gramática es la Crítica, la cual ejerce su autoridad censoria sobre los versos y sobre la prosa, sobre la autenticidad y sobre el mérito de las obras. [...]
En los siglos bajos, cuando había pocos libros y se pensaba poquísimo en estudiarlos, apenas había quien leyese los códices que le venían a las manos y a nadie le ocurría el pensamiento de examinarlos críticamente. Aun en los siglos posteriores cuando el Petrarca, amante apasionado de la buena literatura, sacó de las tinieblas cuantos antiguos códices se presentaron a sus infatigables investigaciones e introdujo entre los europeos estudiosos el amor a tales libros, aunque se trabajó con ardor para descubrir cuantos códices se pudieron hallar escondidos y llenos de polvo, no se procuró hacer en ellos uso de la Crítica. Nicoli, Poggio [1] y otros eruditos de aquella edad no perdonaban gasto ni fatiga para adquirir más y más códices: los recogían, los copiaban, los tenían guardados con el más tierno amor y con el más escrupuloso cuidado, pero se contentaban con leerlos y estudiarlos y no pensaban en examinar su sinceridad, en confrontarlos, en corregirlos y, en suma, en poner por obra lo que prescribe la Crítica.
[...] Si los antiguos críticos tenían que fatigarse para dar con la verdadera y legítima lección de los libros casi coetáneos suyos, ¿cuántas mayores dificultades no encontrarían los modernos distantes de los originales por una serie de tantos siglos? Era precisa una inmensa lectura de escritos coevos y posteriores al autor que se quisiese ilustrar; era precisa una vastísima erudición de las materias tratadas por él, de los usos y costumbres del tiempo del escritor, de los varios sentidos que entonces solían darse a las palabras y a las expresiones y, en suma, de todas las cosas que pudiesen suministrar alguna luz; era preciso un entendimiento perspicaz para ver todas las relaciones y congeturar con acierto; era preciso mucho ingenio y juicio y un vasto y no superficial saber [2].
Se trata de los humanistas italianos Niccolò de' Niccoli (1364-1437) cuya colección de manuscritos sirvió para la creación de la Biblioteca Laurenciana de Florencia y Poggio Bracciolini (1380–1449), famoso por su incansable búsqueda de manuscritos por toda Europa.
El concepto de Crítica que defiende Juan Andrés se corresponde con la Crítica textual, si bien entiende que también forma parte del trabajo del crítico ser capaz de entender el texto y de juzgar adecuadamente sus méritos como, en última instancia, él propone en su obra.