Biblioteca de la Lectura en la Ilustración
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Identificación

Principios filosóficos de la literatura o Curso razonado de Bellas Letras y Bellas Artes, Tomo II

Charles Batteux; Agustín García de Arrieta (traductor)
1798

Resumen

Una vez establecido el marco general de todas las artes, es decir, el principio de imitación, el volumen segundo se adentra en el estudio concreto de los géneros literarios. Así pues, el segundo tratado versa sobre el apólogo, mientras que el tratado tercero se dedica de la poesía bucólica. Particular interés tienen las adiciones de García de Arrieta como las que dedica al estudio de la égloga española.

Descripción bibliográfica

Batteux, Abate, Principios filosóficos de la literatura: o Curso razonado de Bellas Letras y de Bellas Artes. Obra escrita en francés por el señor abate Batteux, Profesor Real, de la Academia francesa y de la de Inscripciones y Bellas Letras. Traducida al castellano, e ilustrada con algunas notas críticas y varios apéndices sobre la literatura española por D. Agustín García de Arrieta. Tomo II, Madrid: Imprenta de Sancha, 1798.
xxxvii, 336 pp., 2 hs.; 8º. Sign.: BNE 1/16353.

Ejemplares

Biblioteca Nacional de España

Bibliografía

Consúltese Principios filosóficos de la literatura o Curso razonado de Bellas Letras y Bellas Artes, T. I.

Cita

Charles Batteux; Agustín García de Arrieta (traductor) (1798). Principios filosóficos de la literatura o Curso razonado de Bellas Letras y Bellas Artes, Tomo II, en Biblioteca de la Lectura en la Ilustración [<https://bibliotecalectura18.net/d/principios-filosoficos-de-la-literatura-o-curso-razonado-de-bellas-letras-y-bellas-artes-t-ii> Consulta: 11/11/2024].

Edición

ADVERTENCIA DEL TRADUCTOR

Nada me queda que decir en cuanto a la utilidad y plan de la presente obra después de lo que ya tengo dicho en el «Prólogo» del primer tomo de ella. Y así solo hablaré del método que me he propuesto seguir en su traducción.

Después de establecer Mr. Batteux todos los principios de cada género de la literatura, pasa a proponer los mejores ejemplos y modelos de los autores griegos y latinos los cuales analiza para hacer notar al lector sus bellezas y aun sus defectos. Hecho esto entra después a tratar de la literatura francesa cuyos mejores modelos propone y analiza también conforme a los principios que deja establecidos.

Siguiendo yo este plan tan acertado y útil, he creído deber sustituir en mi versión la literatura española a la francesa con el fin de hacer la obra nacional y útil a nuestra literatura. Lo contrario sería dar una traducción manca e incompleta porque si bien es verdad que necesitábamos una buena obra metódica y filosófica que enseñase con discernimiento, solidez y buen gusto todos los principios de las Buenas Letras en general y particular, aún era más necesario (para propagar el buen gusto entre nosotros y reproducir la feliz época en que con tanto lustre brillaron en España las Bellas Letras y Artes) hacer ver las muchas preciosidades que poseemos y manifestar sus bellezas confrontándolas con las reglas del arte y los preceptos de la crítica.

Esto es lo que me he propuesto y he empezado a ejecutar desde este segundo tomo. Si yo hubiera seguido el ejemplo de algunos apologistas de nuestra literatura, gran campo se me ofrecía para presentar sin discernimiento un prodigioso número de producciones de nuestros autores y llenarlas de vagos elogios que nada dicen ni enseñan en sustancia, confundiendo lo bueno con lo malo y aun con lo despreciable, solo porque es de un autor famoso, como si muchas producciones malas pudieran jamás hacerle honor alguno, ni su nombre eximirlas de la crítica justa e imparcial. Lejos de seguir esta perniciosa senda, me he propuesto seguir otra enteramente opuesta y, en vez de prodigar vanos elogios al corto número de composiciones buenas que ofrezco por modelos en cada género, procuro criticar a veces con rigor escrupuloso los defectos o excesos que hallo en ellas. Este creo es el verdadero modo de propagar e inspirar el buen gusto, especialmente entre la juventud estudiosa. Si esta ve elogiar indistintamente lo bueno y lo malo, si solo oye alabar las bellezas y no criticar los defectos, ¿cómo no se ha de formar ideas siniestras y equivocadas de las cosas? Las obras de esta naturaleza deben ser como los atlas marítimos en los cuales están marcados los seguros derroteros, igualmente que los bajíos y escollos para dirigir con acierto al navegante.

En cuanto a las críticas que hago de las varias composiciones que propongo por modelos, unas veces sigo en ellas la común opinión de los literatos sensatos y despreocupados o la del algún autor nuestro cuando me parece imparcial su juicio, y muchas sigo solamente la mía procurando arreglarme siempre a los buenos principios que establece nuestro autor y confirma con los ejemplares de la antigüedad.

Con el fin de ilustrar y completar, en cuanto sea posible, la presente obra, así en la parte crítica como en la filosófica (pues en la didáctica nada nos deja que desear Mr. Batteux ni se le puede añadir) pongo al fin de cada tratado, por vía de suplemento, varias observaciones sacadas de los más modernos y célebres autores que hasta el presente han ilustrado una u otra parte de la literatura y examinado las mejores producciones de cada especie, guiados de la antorcha de la filosofía y de la crítica fina e imparcial [1].

Tal es el plan que me he propuesto seguir en mi traducción. La empresa es bastante ardua y acaso imposible de ejecutar cumplidamente y a gusto de todos, tanto más cuanto tengo que andar un camino muy poco trillado entre nosotros y que, cuando se trata de criticar obras de gusto, no a todos se le puede hablar en el lenguaje del suyo. Espero que los lectores juiciosos recibirán esta prevención mía no como un mérito de que pretendo blasonar, sino tan solamente como una razón que alego para que se me disimule los defectos que cometa pues en una obra de esta naturaleza son algunos inevitables.

 

PREFACIO DEL AUTOR

Luego que di a la luz pública el Tratado de las Bellas Artes reducidas a un mismo principio [2], me persuadieron algunas personas, a cuyas luces y autoridad creí debía deferir, que la aplicación sumaria que había hecho en aquel principio de imitación a la poesía en general y a sus especies en particular no era bastante para la completa instrucción de los jóvenes y que era preciso desenvolver dicho principio por medio de aplicaciones más circunstanciadas y extensas. Esto es lo que ha producido el presente Curso de Bellas Artes. El objeto, pues, de esta segunda obra es hacer perceptibles a los jóvenes los principios del arte poética, hacerles conocer su importancia y manifestarles sus efectos en los diferentes géneros.

Los siete tratados siguientes abrazarán toda el arte poética siguiendo en todos ellos el mismo objeto y plan. Se darán exactas y claras definiciones de todas las cosas y a ellas se unirán los ejemplos que, en materia de gusto, son más instructivos que los mismos preceptos y además estos son mucho mejor comprendidos cuando son un resultado de los pormenores y observaciones.

Sin embargo de que este trabajo se dirige principalmente a la educación de la juventud, me atrevo a asegurar que las personas más instruidas y adelantadas hallarán en él nociones que los pongan en estado de reflexionar.

El estudio de la literatura es más profundo y filosófico de lo que se cree comúnmente. La razón, cuando está ilustrada con los conocimientos necesarios para discernir los que agrada o desagrada en una obra de gusto, abraza toda la metafísica del espíritu y del corazón. Hay un gran número de lectores que no conocen la fuerza de esta verdad. Es tan seductivo el modo con que se presentan las obras de espíritu que creen es bastante dejarse llevar de la impresión agradable que se experimenta al leer unos buenos versos o un discurso oratorio. Pero una cosa es sentir las bellezas y otra conocer el manantial y el principio de ellas; aquello se llama gozar, esto saber.

¿Qué importa, dirá alguno, que yo no conozca los resortes que producen en mi alma un sentimiento agradable siempre que experimente su impresión? Lo principal es arribar al fin y a este ha llegado desde el instante que siento.

Se podría discurrir de este modo si se tratase de otros placeres que los del espíritu. Mas si es cierto que a estos añade mucho la extensión de conocimientos, deberá preceder necesariamente el estudio del arte a la lectura de las obras. Un conocedor que sabe el arte y el esfuerzo que este exige siente de distinto modo las bellezas y el encanto que causa un cuadro de Rafael, un buen canto de Lulli [3] o una descripción de Virgilio, que otro que no tiene para juzgar sino un gusto natural, un sentido sano pero en bruto, si me es permitido decirlo así y destituido de luces y principios. ¡Qué de pasajes delicados se le pierden! ¡Cuántos rasgos felices se le escapan! ¡Qué de finas bellezas deja de percibir! Aun en las Artes, hay cosas muy bellas y tenidas por tales de todos los conocedores que no hacen impresión alguna en los espíritus despejados pero sin cultura y que suelen, por el contrario, causársela desagradable. Un tono sencillo agrada a un hombre absolutamente ignorante en la música, mas si este mismo tono es acompañado de altos y bajos, ya es para él un ruido confuso que le fatiga. Algunas lecciones sobre los sonidos le habrían preparado y hecho sentir los encantos de la armonía y de las concordancias. Así que es importante, y casi indispensable, conocer las artes para sentir todas sus bellezas y para conocer aquellas es necesario haber estudiado la naturaleza, las reglas y haber visto y comprendido los principios, lo cual es difícil y exige una grande aplicación.

En las ciencias y artes mecánicas hay un objeto netamente señalado, un objeto palpable que podemos manejar, ver y examinar en todas sus partes y por todos sus aspectos. Mas aquí todo está dentro de nosotros y así como los ojos no pueden verse a sí mismos, jamás se ve nuestro espíritu más embarazado que cuando quiere desenredar y seguir el laberinto de sus propias operaciones y movimientos. Todos convienen en que lo concerniente al pensamiento es de la más metafísica discusión, mas lo que tiene relación con el sentimiento y el gusto aún es infinitamente más sutil. ¡Qué de atención se necesita para conocer los diferentes rumbos por donde llegan las varias impresiones para percibir lo que puede producir los movimientos de cierto grado y de cierta especie! Para acertar con los objetos que se deben presentar al espíritu, ¡en qué forma y con qué orden se los debe presentar! En fin, para notar el juego de los órganos por donde llega la impresión, de estos órganos tan delicados y orgullosos, para usar de la expresión de Cicerón. Materias todas sumamente aisladas, sin cuyo conocimiento no se goza, sino a medias y con incertidumbre, de los bienes que nos ofrecen las Bellas Artes y las Bellas Letras. Es, pues, preciso haber estudiado primero y sondeado estas cuestiones. En tal caso, caminará el gusto con más seguridad y confianza, adelantará más y se hallará en estado de poder dar razón de sus juicios.

Por lo que hace a la presente obra, comprenderá a todas las partes de la literatura francesa [4] y de la griega y latina. Recorreremos sucesivamente todos los géneros, empezando por los más fáciles y sencillos, daremos una exposición sumaria de la naturaleza, de las partes y reglas de cada uno de ellos, trazaremos, en pocas palabras, su historia y en seguida haremos la aplicación de los principios y de las reglas a las obras más excelentes en cada género, las cuales analizaremos en cuanto al fondo y la forma de cada una.

  1. (Nota del traductor) Tales son un La-Motte, un Fontenelle, un Beauzé, un Marsais, un Jancourt, un Marmontel y el célebre inglés Hugo Blair. Este último se puede decir que ha disfrutado a todos los autores citados y presenta, por así decirlo, así la flor de todos ellos en sus Lecciones de Retórica y Bellas Letras. Y si bien no añade muchas cosas nuevas a las ya escritas por aquellos sobre la filosofía de las Bellas Letras y Artes, pero su método es bastante claro y juicioso. Todas las ideas, todas las reglas y preceptos están presentadas con cierto gusto filosófico que las hace más luminosas e interesables y, por otra parte, ha sabido desembarazarlas de aquel estilo y método metafísico de los retóricos escolásticos. Repite, es verdad, muchas ideas y reflexiones de los autores citados que le han precedido, pues a todos ha puesto en contribución para formar sus lecciones. Mas están presentadas e ingeridas en ellas de cierto modo que las da como un nuevo aspecto, y además añade a veces ciertas observaciones suyas que ilustran y mejoran bastante las doctrinas de aquellos. Siguiendo, pues, el plan de ilustrar y completar a Batteux con todo lo mejor que se ha escrito y adelantado en la materia hasta nuestros días, desfrutaré a este autor así como él lo ha hecho con los demás autores, extractando de él todo cuanto halle digno de la atención de los estudiosos por nuevo, interesante o curioso, para que nada quede que desear en una obra tan necesaria para la general ilustración y cultura de la nación. (Nota de la editora) De Blair incorpora en el tomo II un «Extracto de las observaciones de Mr. Blair sobre la égloga», pp. 317-336.
  2. La primera edición data de 1746.
  3. Jean-Baptiste Lully (1632-1687), compositor relacionado con los inicios de la ópera en Francia. Estuvo muy vinculado a la Corte de Luis XIV, de ahí que, a pesar de ser de origen italiano, se nacionalizara como francés.
  4. (Nota del traductor) En lugar de esta sustituiremos en nuestra traducción la literatura española, como hemos dicho ya, por el mismo orden y método poniendo lo mejores ejemplos y modelos que esta nos suministra de cada género.