En este tercer volumen, García de Arrieta altera el orden de la obra original por considerar que la dificultad intrínseca de la epopeya hace conveniente explicar previamente las otras especies poéticas, en particular la comedia y la tragedia.
En el «Discurso preliminar» el traductor español introduce comentarios sobre el teatro español que, si bien crítica, también reivindica, igualándolo en sus defectos al italiano y al francés y considerándolo representativo del carácter nacional. Dice seguir así las opiniones de Marmontel:
No es esto decir que el teatro español no fuese por aquel tiempo tan extravagante como los demás de Europa. Adolecía con corta diferencia de los mismos defectos: todas nuestras piezas de teatro eran una mescolanza de cierto quijotismo, de amor y de superstición, de las extravagancias y aventuras de los libros caballerescos, y del adorno y floreo del estilo oriental, del gusto vándalo y el morisco. Mas en medio de este conjunto de aventuras quiméricas y de lances inverosímiles, amorosos y caballerescos, hay calor, hay acción, hay movimiento, hay invención, hay diálogo vivo, gracioso y animado; hay, a veces, cierto choque de incidentes y pasiones, que da calor y movimiento a la acción teatral; hay intriga y muy feliz enlace y desenlace. Es cierto que se ve en nuestras piezas una imaginación desarreglada, pero fogosa y fecunda en vez de que, entre los italianos y franceses, la esterilidad, el vacío, la languidez, la imitación fría y servil de los antiguos, los largos razonamientos y declamaciones, en lugar de una acción rápida y viva, eran los vicios de su teatro. Las circunstancias políticas contribuían mucho al ascendiente que lograba nuestro teatro, porque la lengua española era entonces la más cultivada y usual en las Cortes más brillantes de Europa. Tal es el juicioso y fundado testimonio que da a favor de nuestro teatro el sabio Marmontel (pp. xviii-xix) (a).
En el mismo sentido, se expresa a continuación elevando el teatro español del Siglo de Oro por encima del italiano y del inglés. Así afirma:
El gusto romancesco de los españoles, prosigue este célebre autor, prevaleció por entonces en Italia, Francia e Inglaterra, mas con esta diferencia que la Italia le adoptó, pero no le perfeccionó; que en Inglaterra le aproximó y arregló Shakespeare a la naturaleza sin purgarle de cierta grosería; y que el gran Corneille y Moliere fueron los únicos que tuvieron en Francia bastante ingenio e ilustración para sacar del modelo español, informe en sí y vicioso, la idea sublime de dos nuevos géneros tan regulares, más fecundos y más morales que los de los antiguos. Nadie ignora los rápidos progresos que después acá ha hecho la escena francesa, la italiana y la inglesa en la poesía dramática. Entre tanto nosotros proseguimos descarriándonos del verdadero camino que conduce a la perfección, no cuidando de conservar y aumentar la reputación de haber sido casi los fundadores del arte. Pero gracias a la ilustración del presente siglo y a la aplicación de algunos laboriosos ingenios, empezamos ya a dar algunos pasos, aunque lentos, en la verdadera senda y es de esperar que la lectura de esta obra y alguna otra de su género que se logra ver por fin traducida en nuestro idioma, junto con el estudio, los buenos modelos, así extrangeros como nacionales, nos vuelvan a restituir con ventajas a nuestra antigua gloria (pp. xix-xx).
En este volumen, Arrieta introduce tres apéndices propios. El primero, breve, sobre los actores (pp. 47-66). En cambio, en la parte final del volumen añade un apéndice sobre la comedia española, compuesto de cuatro capítulos y unas «Reflexiones sobre el verdadero objeto de la comedia en general y sus varias formas». Tales opiniones constituyen el grueso del tomo III.
- García de Arrieta tiene muy presentes los Eléments de littérature de Marmontel, conjunto de los artículos que sobre teoría poética redactara para la Encyclopédie Méthodique y que con posterioridad publicó en 1787.
- Arrieta aprovecha los comentarios del preceptista francés para defender la valía de la poesía dramática española y para reivindicar la trascendencia del teatro español en la constitución del teatro europeo moderno desde una perspectiva nacionalista.